El último en quejarse ha sido Mendilibar, pero el del Sevilla es uno de los muchos entrenadores que se quejan de un hecho que distorsiona cada inicio liguero: que el mercado de fichajes esté abierto hasta el 31 de agosto, es decir, hasta después de la tercera jornada. Una espada de Damocles sobre la cabeza de los técnicos, sobre todo los de los equipos más modestos, que temen (y con razón, porque a muchos les pasará) que venga de pronto un club más potente y les arrebate a alguna de sus figuras o a alguno de sus jugadores claves, diezmando sus plantillas o, en el menos malo de los casos, obligando a fichar a otros jugadores que no han hecho la pretemporada con el equipo.

Su pregunta, la de esos entrenadores, es por qué no se cierra el mercado justo antes del inicio liguero para saber todos a qué atenerse desde el pitido inicial, sin sustos ni sorpresas desagradables. Y nada nos indica que esa práctica vaya a cambiar en los próximos años.