Hace ahora más o menos nueve años, Esparza anunciaba su intención de optar al liderazgo en UPN tras la espantada de Barcina a solo unos meses de las elecciones forales de 2015. Esparza heredó una UPN desgastada tras los cuatro años de Gobierno de Barcina que dejaron en el camino una convulsión política permanente tras comenzar en una coalición con el PSN de Roberto Jiménez que apenas duró un año y una desastrosa gestión presupuestaria y económica que vació las arcas forales –incluida la desaparición de CAN–, y devaluó la calidad y el nivel de los servicios públicos de sanidad, educación, dependencia y atención social. Con ese bagaje, Esparza no pudo superar la ola del cambio político que demandaba la sociedad navarra. Desde entonces, Esparza acumula ya tres fracasos en su intento de recuperar el Gobierno, deja a UPN atado al bloque de derechas junto a PP y Vox y autoaislado en la política navarra y acumula una errática política de alianzas. Basta repasar los resultados electorales de mayo y julio. Ni UPN ni ningún otro partido está para buscar un mirlo blanco. Y no son buenos tiempos para poner la cara a esto de la política. En todo caso, tiene razón Sanz cuando apunta que un cambio en el liderazgo sin que cambie nada más es un paso inútil. En estos nueve años y con otros cuatro más por delante, Navarra ha consolidado una amplia mayoría progresista en las urnas que supera en decenas de miles de votos al bloque de derechas. Todos los partidos que conforman esa mayoría se encuentran cómodos con una fórmula de Gobierno que además está dando buenos resultados para los intereses generales de Navarra. Y no solo los partidos, también la mayoría de la sociedad navarra está cómoda con este escenario político que ofrece estabilidad institucional, normalidad política, gobernanza y convivencia y razonablemente buenos resultados en empleo y economía. Una amplia mayoría social y política que apuesta por construir y por entender de otra forma distinta esta Navarra de hoy. Esparza lleva nueve años con un discurso anquilosado en el pasado, centrado en los mantras de ETA y EH Bildu, agitando la confrontación y falseando una mala imagen de Navarra que no se corresponde con la realidad. Es esa la reflexión que debería hacer UPN, si no quiere seguir caminando hacia la irrelevancia. Porque el PP ha venido para quedarse y tratar de ganar el espacio mayoritario en las derechas. En este contexto de relevo a Esparza, han llegado los cantos de sirena a Geroa Bai como un posible socio a futuro. No creo que se dén las condiciones objetivas para ese movimiento. Al menos ahora –con el paso del tiempo todo es posible en política–, pero tampoco es nuevo esto. Desde hace ya tiempo, sectores de UPN y del ámbito económico y empresarial navarro vienen dejando entrever esa vía como un camino para salir del aislamiento actual y atraer también al PSN a un escenario de gobernabilidad distinto al actual. Si UPN no sale de ese pasado con una reflexión interna que renueve sus posiciones, no tendrá recorrido. En esta Legislatura tendrá oportunidades para dar pasos en ese sentido. Navarra necesita acuerdos estratégicos de comunidad sobre Osasunbidea, euskera y, reabierto el debate del modelo territorial, también en el avance de su autogobierno. Por ejemplo.