Toda la vida llamando “lotería de los penaltis” a las tandas de desempate, hasta que llegan las manos dentro del área y se quedan con esa expresión. El penalti que decidió ayer el Atlético de Madrid-Real Sociedad a favor de los primeros (casualmente siempre le va bien al grande, casualmente) es un ejemplo más del desconcierto que hay en el fútbol con las manos de los defensas y de las caras de incertidumbre que se ven en el campo cada vez que una de esas jugadas pasan por el VAR.

A la espera de que se aclaren de verdad los árbitros –dicen que controlan toda la casuística, pero no es cierto–, los equipos deberían plantearse muy seriamente enseñar a sus defensores a jugar con los brazos pegados al cuerpo como los gigantes de Pamplona o como jugadores de futbolín. Que no es nada fácil, porque los brazos se usan para mantener el equilibrio, pero eso a los árbitros les trae sin cuidado.