Cuando llevamos ya varios días siendo incapaces de digerir las toneladas de novedades del caso Koldo-Ábalos (lo último, unos guasaps sobre pagos “para putas”), la inclemente actualidad nos regala un pufo nuevo. Y este, bien sabroso por la protagonista.

O, siendo justos, la coprotagonista, porque, que se sepa, a esta hora Isabel Díaz Ayuso solo es la pareja de un tipo que presuntamente defraudó 350.000 euros a Hacienda. De eso le acusa la Fiscalía provincial de Madrid en unas diligencias que se abrieron hace hoy exactamente un mes. Ahí cabe preguntarse por qué el asunto sale justamente ahora, previa filtración a un medio no muy amigo de la desparpajuda presidenta madrileña.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. EFE

¿Es responsable?

Y aquí es donde volvemos a lo que escribía en esta misma página hace unos días. En función de dónde caiga el marrón, la respuesta es milimétricamente inversa. Así, tenemos los papeles cambiados respecto al anteriormente citado trapicheo encabezado por el archifamoso escolta del atribulado ex ministro y ex número tres del PSOE José Luis Ábalos, que, por cierto, lleva unos días en paradero desconocido.

En el actual reparto, es la salpicada (insisto, aunque sea solo por vía sentimental) la que clama que todo es un montaje y denuncia a grito pelado una conjura para destruirla a ella, a su familia y a su partido. Por si quedaran dudas, la emperatriz de Sol señala directamente a Moncloa. “Me consta que han pedido más madera a las televisones”, aseguró ayer.

Enfrente, la izquierda política y mediática apunta a Ayuso y le reclama explicaciones inmediatas. Traten de abstraerse de las siglas y de la poca simpatía que nos despierta la individua. ¿Hasta qué punto es responsable de los tejemanejes de su novio?

Insisto en que, con la información que se nos ha suministrado hasta el minuto de teclear estas líneas, no hay indicios de que fuera conocedora y, mucho menos, copartícipe. Con lo deprisa que fluye el barro, no es descartable que pronto dispongamos de esos detalles. Ese sería el momento de ir a la yugular.

Otra cosa es que juzguemos con la camiseta partidista puesta y que no necesitemos datos para saber que es culpable. No nos quejemos en el partido de vuelta.