La última vez que Osasuna ganó al Real Madrid, Mubarak se aferraba al poder en un Egipto que vivía las revueltas de la Primavera Árabe; el Ayuntamiento de Barcelona retiraba el último monolito con reminiscencias franquistas; Camacho entrenaba a los rojillos, Mourinho a los merengues y Guardiola al Barcelona; Chávez mandaba en Venezuela y Fidel Castro en Cuba; Zapatero era presidente del Gobierno español y Merkel, la canciller alemana; el Deportivo, el Hércules y el Málaga jugaban en Primera división; y UPN seguía ocupando el Palacio de Navarra. Ya se han cumplido 13 años de aquel gol de Camuñas (una reliquia comparable al de Nekounam al Girondins o al de Rández al Murcia) y una generación de osasunistas no ha tenido oportunidad de celebrar una victoria contra uno de sus más encarnizados rivales. Aunque cueste creerlo, hubo un tiempo en el que Osasuna hacía hincar la rodilla al Real Madrid en Pamplona. Aquellos épicos encuentros de los años ochenta son ya batallitas de abuelos futboleros; del infierno de El Sadar no quedan ni los rescoldos; los excesos de la grada han sido aplacados a base de educación y multas; no hay pacharán, no hay cerveza; y el Real Madrid se pasea por aquí como Vinicius en pijama por su casa. Si alguien todavía cree que el fútbol no ha evolucionado durante este siglo puede documentarse en las hemerotecas. El cambio en esta última década es tan notable que ahora es el Real Madrid el que sostiene de forma permanente y lastimera que los árbitros le perjudican, que sufre poco menos que una persecución instrumentada. Incluso en este partido que ha ganado holgadamente los periodistas de su televisión oficial han reclamado la expulsión de Herrando, no sé qué injusta tarjeta a Vinicius (le hace un evidente menosprecio y burla al colegiado) y cualquier otra decisión de Martínez Munuera que no fuera favorable a sus intereses... y al video que vas. El mundo al revés y el fútbol patas arriba. No son pocos los que ven con buenos ojos la creación de la Superliga de Florentino Pérez si con ello pone fin a esta interminable secuencia de partidos en la que empatar es un hito y los penaltis detenidos por Sergio Herrera de lo poco que rememorar. Porque jugar al fútbol, cuando te enfrentas a un rival tan poderoso, es ya mucho más que una actitud. A los jugadores de Osasuna no se les puede reprochar, en general, que no encaren estos partidos a tono con la importancia que les concede el aficionado y la historia, que disputen con coraje el balón, que corran kilómetros y que sean fieles al plan del entrenador. Pero es que la intensidad ya no es patrimonio de dos o tres equipos; el Real Madrid suma a la intensidad, calidad en el manejo del balón, más velocidad e individualidades de top mundial. Además, a una patada de los rojos, los blancos responden con un pisotón (a Moi) o un golpe en el rostro (a Arnaiz). Estás obligado a hacer las cosas muy bien, a no ser tan endeble en defensa, para tener alguna opción de ganar aunque cuentes con un tipo que ha marcado 15 tantos, solo uno menos que el mejor artillero de la Liga y que además juega con ellos. Pero, en fin, al margen de los planes de su presidente, necesitamos al Real Madrid cerca: de tiempo en tiempo nos recuerda algo de lo que fuimos y cómo hemos cambiado.