Lo peor de dar una causa por perdida es que se pierde. Por eso no conviene hacerlo hasta que realmente no quede otra salida y tratar de mantener una puerta abierta a la esperanza mientras quede algo por intentar. Sobre todo con las causas que no dependen de una misma, las colectivas, esas frente a las que te sientes tremendamente pequeña, en las que es fácil claudicar sin mucho remordimiento y pensar que no merece la pena porque no hay nada que hacer. Cuando realmente, a veces, la suma de pequeñas partes construye grandes cosas. No es fácil pero puede pasar. Sobre todo en este tiempo de negacionismos tan increíbles y dañinos como los que estamos viendo en torno a la violencia machista, a la memoria histórica o al cambio climático.

Es en este último dónde esta semana se ha conocido una sentencia histórica de Estrasburgo, la que resuelve la demanda de 2.000 mujeres contra Suiza, que hace realidad eso de que mientras quede una puerta abierta algo puede pasar y que la acción de unos pocos puede ser determinante por muy grande que sea lo que hay que derribar o cambiar. Las consecuencias del cambio climático son imparables y hay que tratar de revertirlas, porque van a empeorar, eso no es discutible, pero es fácil preguntarnos qué podemos hacer cada uno de nosotros y nosotras y llegar a la conclusión de que no hay mucho por hacer. Pero no.

Con el objetivo de presionar a los países para que cumplan lo que tienen que cumplir, más de 2.000 mujeres suizas ya jubiladas agrupadas bajo el nombre de KlimaSeniorinnen, Abuelas por el clima han llevado su causa y los daños que el cambio climático provoca en la salud de las mujeres de su edad hasta el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), que esta misma semana ha condenado a Suiza por “violar los derechos fundamentales de la población con sus políticas climáticas”. Es una sentencia sin precedentes, que quizás no beneficie a corto plazo la salud de las demandantes, pero que sin duda permitirá ejercer una mayor presión sobre los gobiernos en materia de protección del medio ambiente. Una sentencia que parecía imposible y que nos afecta a todos y todas. Porque aunque el fallo no supone una sanción inmediata, sí tiene valor como jurisprudencia porque abre la vía a nuevas demandas contra los países que incumplan.