Vistos los índices de abstención de algunos comicios y cómo va bajando el soufle de otros debates de la actualidad, como la carta del presidente y la necesaria regeneración que tantos titulares llenó, creo que la verdadera reflexión que la clase política y la ciudadanía deberíamos hacer es quizás otra distinta a la que a veces se plantea. Que la política se ha teñido de toxicidad y crispación se ve cada día. Que muchos políticos están planteando soluciones a un problema, el de los insultos y los bulos, que en parte lo han generado ellos mismos, también parece claro. Pero al mismo tiempo hay que pensar que la política es necesaria e importante para la vida de todos y todas, política entendida en el sentido del trabajo digno y honesto por el bien común. Es fácil criticar desde la barrera sin dar ese paso que es presentarse o asumir un cargo público. Un paso que cada vez conlleva mayor coste personal, como vemos cada día. Pero son cargos y puestos que más allá de la crítica fácil y superficial, son necesarios para que lo común, lo que nos afecta de verdad, funcione. Y es que la sociedad, una sociedad democrática como la nuestra, no puede ser una suma de individualidades, cuando no una resta o una competición de intereses particulares. Urge revertir una creciente y peligrosa desafección política, especialmente entre las nuevas generaciones. Para ello parece importante que los políticos y políticas hablen de nuevo de los problemas de la gente y de verdad vuelvan a poner a las personas en el centro. Para abordar temas y asuntos del día a día, como las dificultades para tener una vivienda, no poder llegar a fin de mes, que funcione el transporte público, que la sanidad recupere el pulso, etcétera. Lo que no está reñido, una vez atendido lo cercano, con tener miras más altas y aspirar a solucionar grandes temas como puede ser la justicia social o la paz en el mundo, tan necesaria ya. Tan importante es que la clase política se acerque a lo que pasa en la calle como que la gente se acerque a ellos y piense que los grandes temas también les afectan en su día a día. Creo que es momento de recuperar el valor de lo común porque sino solo queda la ley del sálvese quien pueda y el socorrido y falso mantra de que “todos los políticos son iguales”. Por suerte no.
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