En la vida hay palabras para casi todo. Lo difícil en algunos momentos es dar con la adecuada y conseguir decir lo que quieres con todos sus matices. Porque los matices, esas pequeñas aportaciones complementarias, son muy importantes y no todas las palabras los admiten. Las hay rotundas y antipáticas y las hay dulces y amables; las que tienden puentes y las que solo los rompen. Las hay que suenan bien y las malsonantes; las que dañan y las sanadoras. Pero sin palabras no hay comunicación, ni diálogo, ni conversación posible, por eso las necesitamos y las rebuscamos hasta dar con ellas y cuando no damos, mejor recurrir al silencio que utilizar la palabra inadecuada. Cada idioma tiene las suyas, pero a veces algunas prestadas logran contar lo que otras en tu lengua no consiguen. Entre esas palabras ajenas que de pronto descubres y guardas hay una que me gusta especialmente, Tsundoku, un término japonés para nombrar la práctica de comprar más libros de los que vas a leer en toda tu vida, el placer de acumular libros por el mero gusto de tenerlos, aunque acabes con tantos que será difícil leerlos todos. O esa costumbre de tener siempre junto a la cama varios libros, mezclando leídos y por leer, porque te acompañan de alguna manera en esa hora bruja del anochecer. Y creo que está bien recordarla coincidiendo con la apertura de la Feria del Libro en Pamplona, la cita anual de los libreros con los compradores, el cara a cara del libro con el lector o lectora. El instante mágico en el que, como decía esta semana Karmele Jaio al recibir la Pluma de Plata en la Feria del libro de Bilbao, se dan cita dos intimidades, la del escritor/a que ha escrito su obra en soledad y la del lector/a que también disfrutará del libro en la intimidad, porque la lectura es un placer individual que aumenta al compartirse. La Feria del Libro es un buen momento para ver, ojear y comprar, porque aunque luego ese libro acabe en la estantería junto a otros tantos no leídos, siempre será una buena inversión. Los libros no caducan, ni envejecen. Se pueden leer ahora o dentro de un mes o un año. Se pueden guardar, prestar, regalar, intercambiar y se llevan y se traen como un buen compañero de viajes. Practicar el Tsundoku como anticipo al verano, pensar ya en esas lecturas que darán un ritmo nuevo a los días de descanso, recuperar el placer de leer sin prisa... Tsundoku, nos lleva a imaginar ese lugar donde leerás el libro que estás guardando, sentir el ritmo de las vacaciones para pasar página y arrancar un nuevo capítulo. Apetece.