La puesta en marcha del Parlament catalán, con la elección de su Mesa y los acuerdos que la han configurado, no aclara la eventualidad de si la legislatura será fallida o no. Lo que sí puso de manifiesto ayer el acuerdo entre los partidos soberanistas para el reparto de puestos es que no hay visos de una unidad de acción alternativa entre las fuerzas de ámbito estatal, donde prima el desencuentro entre PSC, ganador de las elecciones, y PP, embarcado en la prioridad de desgastar a los socialistas. Lo visto ayer en el Parlament no anticipa una ruta sencilla de Salvador Illa hacia una eventual Presidencia del Govern, pero tampoco clarifica si el espacio de encuentro entre las fuerzas soberanistas es algo más que un interés coyuntural y abre la puerta a una investidura de Carles Puigdemont, como aspira el líder de Junts.

De momento, ERC y la CUP forzaron la segunda votación con su abstención, explicitando que los escaños de la primera fuerza soberanista no le dan de sí en solitario. La auténtica puesta en marcha de la legislatura dependerá de lo que en las próximas semanas sean capaces de consensuar los dos perfiles que están en disposición de gobernar: un acuerdo de izquierda transversal o uno soberanista. La posición clave de ERC en todo ello tiene que ver con su capacidad de dotar a las dos partes –Illa o Puigdemont– pero también llega condicionada por su propia transición interna. Esquerra encara la reconfiguración de su Ejecutiva y puede hacerlo a partir de un papel determinante de su sensibilidad de izquierda o de la independentista.

No habrá acuerdo de gobernabilidad que propicie una investidura conjugando ambas vertientes, pues respaldar el liderazgo del PSC aparcaría la agenda soberanista y hacerlo en favor de Junts aparcaría la socioeconómica, que en realidad tampoco ha tenido un desarrollo en la legislatura pasada de la mano de la ERC de Pere Aragonès. El posibilismo tendrá que decantarse en una dirección u otra; la alternativa es otra convocatoria electoral cuyas implicaciones tampoco se pueden perder de vista. El soberanismo sufre un desgaste severo en las últimas citas con las urnas que podría dar lugar a un reencuentro que no estaba en las previsiones y la ruptura de puentes con el PSC pondría, a su vez, en situación delicada al Gobierno de Pedro Sánchez. No cabe descartar lo inverosímil.