Creo que se ha dicho muchas veces ya, pero no por ello deja de tener sentido repetirlo. Cada seis de julio es inevitable sentirse como Bill Murray en Atrapado en el tiempo. Es sentir que entras en el bucle, que revives lo vivido, que arrancas el día como si ya lo hubieras pasado antes, sacando la ropa blanca, el pañuelo, quedando para almorzar, para seguir con el Chupinazo y luego ya lo que se tercie. Que suele ser lo mejor. Todo parece igual cada 6 de julio, como en ese alejado pueblo, Punxstawnwey, donde van a celebrar el Día de la Marmota. Pero la diferencia entre la ficción y esta realidad de Iruña es que aquí nada se repite, asi que lo que ya viviste igual no te sirve, porque casi seguro nada estará donde lo dejaste hace un año. Cada 6 de julio es único, diferente. La tradición marca pero no determina. El guión está escrito pero los actores van por libre, improvisan. La fiesta arranca y con ella el dejarse llevar. Sentirla, vivirla con la intensidad que pide la calle pero al ritmo que marca el corazón. Que hoy late, como siempre, pero también como nunca. Tan igual y tan diferente. Ese es el mejor ritmo, en San Fermín y en la vida.