Agosto ha cerrado con la inflación y el Euríbor –dos de los indicadores que más influyen en economía doméstica– en parámetros que hasta hace nada parecían inalcanzables. El primero de ellos, que mide la evolución de los precios al consumo y, por lo tanto, afecta al conjunto de la población, ha bajado al 2,2% tanto en España como en la eurozona. Se encuentra a solo dos décimas del idílico objetivo del 2% marcado por el Banco Central Europeo (BCE). Un descenso que abre la puerta de par en par a que se acelere el cambio de ciclo en la política monetaria que derive en el abaratamiento del precio del dinero. El dato del IPC del mes recién concluido da signos, además, de que la crisis inflacionaria propiciada primero por la pandemia de la covid y después por los problemas de suministros que desencadenó la guerra de Ucrania puede estar llegando a su final. En consecuencia, hay motivos para pensar que esta serie de desastres que propiciaron crecimientos en los precios no vistos en los 22 años de existencia del euro pasan a formar parte del pasado. No obstante, algunos analistas advierten de que la caída en seis décimas del IPC en el mes de agosto hasta el 2,2% ha sido coyuntural y no descartan que hasta final de año se registren subidas puntuales a causa del repunte de precios en la electricidad y los servicios, que son los dos grandes obstáculos a superar si se quiere cumplir con el compromiso adquirido con Bruselas. En cualquier caso, no hay ningún síntoma que indique de que se vaya a regresar a la inflación desatada que hemos soportado estos últimos años. Más bien, todo apunta a que nos encontramos ante un horizonte de cierta estabilidad que alcanza también a Estados Unidos, donde está prácticamente cantada una inminente bajada de los tipos de interés. Al buen comportamiento del IPC se suma la positiva evolución del Euríbor. La tasa de referencia a la que están indexadas la mayoría de hipotecas a tipo variable en el Estado ha terminado agosto en el 3,166%, por lo que ya encadena cinco meses consecutivos de descensos. Esto va a suponer un alivio para quienes tienen contratada una hipoteca variable, que van a gozar de un ahorro medio anual de unos mil euros. Y que contemplan el futuro inmediato con la tranquilidad de que su cuotas no solo no van a subir, sino que probablemente puedan bajar un poco más.
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