Después de 52 años en Tintorería Garbi, Juani Cobos de la Torre echará la persiana de su negocio este mes, siempre y cuando no haya alguna persona dispuesta a cogerlo en traspaso. Nacida en 1958 en Albanchez de Mágina, el pueblo más alto de Jaén, llegó a Altsasu con 14 años, cuando acabó la escuela, para ayudar a sus tíos, Brígida Cobos y Perfecto Arakama en el negocio que habían montado unos años antes. “Era febrero y recuerdo que se celebraba Santa Águeda y que hacía mucho frío”, apunta esta jienense que pronto se adaptó a la vida en la villa. “Estuve viviendo con mis tíos durante 8 años, hasta que me casé”, recuerda. Viuda desde hace cuatro años, tiene dos hijas, dos nietos y dos nietas. Hace tres décadas, tras la jubilación de sus tíos, se hizo cargo de la tintorería.

Con una experiencia de más de medio siglo, ha sido testigo de los cambios producidos a lo largo de este tiempo en el sector, sobre todo en cuanto a hábitos de consumo. Cuando comenzó la ropa era de más calidad mientras que ahora prima la moda de usar y tirar, prendas de dudosa calidad y de precios mucho más bajos, a menudo por la explotación laboral en una industria muy contaminante, tanto en el proceso de fabricación como en su gestión como residuo.

“Al principio se limpiaba y se teñía mucha ropa en trozos sueltos porque la gente soltaba los abrigos para darles la vuelta. También se limpiaban muchos trajes y pantalones porque la mayoría eran de lana, y gabardinas. Entonces los directivos de las empresa y los empleados de banca vestían de traje”, observa.

También se notó la irrupción de nuevos tejidos más resistentes y la llegada de la lavadora automática a los hogares. Lo cierto es que en los años 70 y 80 había tres tintorerías en Altsasu. Pero se siguen lavando en seco abrigos, americanas y prendas delicadas. “También me traen muchos plumíferos que aunque se pueden lavar en la lavadora, a veces no quedan bien”, observa.

Juani Cobos junto a la máquina de limpieza en seco. Nerea Mazkiaran

Y es que la limpieza en seco, con disolventes químicos en lugar de agua para eliminar manchas, es primordial para el mantenimiento de tejidos delicados como seda o cachemira, prendas con forro o tejidos con acabados especiales. “El proceso sigue siendo el mismo que cuando comencé y la máquina es parecida, con percloroetileno”, observa.

La plancha ha sido una parte fundamental de su trabajo, aparato que maneja con maestría. “Cuando comencé mi tía me puso haciendo cosas más sencillas pero enseguida me puso a planchar pantalones”, recuerda. Asimismo, cuenta con una lavadora industrial para prendas de gran tamaño como mantas y edredones, y ofrece servicio de limpieza de alfombras a través de una empresa de Pamplona.

“Trabajo no me ha faltado nunca. Las clientas que venían de siempre siguen trayéndome la ropa. En épocas de crisis se ha notado bajón, sobre todo cuando la burbuja de 2008. Antes ponía la máquina automática siempre llena de ropa y desde entonces la hago manual porque las cantidades son más pequeñas”, observa. La carga de trabajo suele aumentar en la época de bodas. “Aunque ha bajado mucho, estos últimos años ha vuelto el traje para los chicos y ropas más formales para las chicas”, apunta. Al respecto, dice que los vestidos de novia son las prendas más complicadas porque “algunos vienen con los bajos totalmente negros”.

Profesionalidad

Muy meticulosa con su trabajo, mima las prendas que dejan a su cargo. “Selecciona la ropa por colores y examino la ropa para ver las manchas e intento quitarla. Las peores son el vino y la sangre. Cuando una prenda es muy delicada la meto sola. Y luego hay que examinarlas para que no quede ninguna mancha. De no ser así, se repite el proceso hasta que salga limpia. Cuido mucho la ropa”, incide. No obstante, cuenta que ha tenido algunos disgustos. “Hasta que se rompa un botón lo llevo fatal. Muchas veces los quito y los vuelvo a coser por precaución. Pero siempre puede pasar algo. A veces te exigen más que de nuevo”, observa, al tiempo que recuerda que cuenta con un seguro para responder a posibles desperfectos.

“Lo peor que he llevado en mi trabajo han sido esos disgustos. Han sido pocos pero lo pasaba muy mal... Pero no me puedo quejar de mi clientela, muchos de toda la vida”, destaca. La mayoría son de diferentes localidades de Sakana y también de Álava y Gipuzkoa. “Tienes que hacer bien el trabajo. Tanto dentro, como el mostrador, puesto que una parte importante de la labor es cara al público y eso también hay que saber gestionarlo”.

En las perchas de la tienda cuelgan ropas que están sin recoger. “Les llamo, algunas vienen pero otras no. A veces me dicen que tire la prenda y, aunque acabo haciéndolo, lamento que no lo hubiese pensado antes”. Así, realiza un último llamamiento a recoger las prendas antes de decir adiós a una larga etapa. “Tengo ganas de disfrutar de mi familia y poder dedicarle más tiempo a mi madre, que vive conmigo”, cuenta.