Hay una regla no escrita en varios grandes países del fútbol: el seleccionador tiene que ser de allí. Tradición que en España no ha tenido excepciones desde el debut de La Roja en los Juegos de Amberes 1920, con el único matiz de tres extranjeros que llevaban tanto tiempo aquí que ya no lo eran: el húngaro Kubala, el uruguayo Santamaría y el argentino Helenio Herrera. La tesis es que así se respeta el trabajo de los técnicos de casa. Y como en España se aplica en Italia, Alemania o Francia. Pero, curiosamente, no en Inglaterra.
Suponemos que por no cuadrarles tener la mejor liga del mundo y tan exiguo palmarés internacional –el Mundial de 1966 y… nada más–. El caso es que en lo que va de tercer milenio ya han probado con el sueco Eriksson (2001-06), el italiano Capello (2008-12) y, ahora, el alemán Tuchel. No sin polémicas con quienes exigen que sea inglés, pero siempre en busca de que alguien dé por fin con la tecla para volver a ganar algo.