El todavía presidente de la Comunidad Valenciana, el tal Carlos Mazón, acumula deméritos más que suficientes para haber dimitido al frente del Gobierno autonómico tras la ineptitud e incompetencia mostrada en la gestión que hace ya dos semanas arrasó una buena parte de Valencia.

Sólo el tópico cañí español de que aquí ni dimite ni se destituye a nadie por sus fechorías le asegura permanecer cómodamente en su cargo. Por no llegar desde la política a la cárcel no llega ni Zaplana, al que acabar de conceder otra libertad provisional después de años de estar en esa condición por enfermedad terminal y tras otra sentencia a 10 años de prisión. Cosas que hace mucho tiempo que dejaron de ocurrir en esa política española de la que la ética y la honestidad fueron expulsadas hace años. El caso es no dimitir. Quedarse quieto como un palo en el cargo. En fin, es lo que hay. No quieren renunciar a sus salarios y prebendas.

Mazón admitirá errores, se cargará a algunos miembros del su Gobierno de segunda fila y echará la culpa a otros, pero seguirá fiel al lema del PP de aquí nadie dimite. No pasa nada. Pero sí pasa. Pasa que la suma de informaciones que desvelan su errático papel en las horas críticas de la tormenta y la constatación de que cada una de sus explicaciones sobre lo que hizo o dejó de hacer ese día se han demostrado falsas hacen inevitable su salida. Tardará más o menos, pero más de 220 personas fallecidas, 800.000 afectadas por las consecuencias de las riadas, edificios, viviendas, infraestructuras, campos y vehículos destrozados exigen una asunción de responsabilidades políticas que señalan directamente a Mazón de forma personal y al conjunto de su Gobierno de forma colectiva.

Las manifestaciones masivas del fin de semana en Valencia y otras localidades de la comunidad exigiendo su dimisión son sólo una muestra más de la indignación y el hastío social que acumulan las valencianas y valencianos. El PP y Feijóo pueden intentar salvar a Mazón para evitar que la crisis se traslade al conjunto del partido, pero la sucesión de mentiras en que ha sido pillado lo convierten irremediablemente en un intento inútil, que solo puede acabar arrastrando al mismo fango en el que chapotea Mazón a Feijóo. Muchas mentiras en poco tiempo. Ejemplo real del relativismo moral que aplican quienes quieren imponer sus principios políticos, económicos o religiosos a los demás, los mismos principios que ellos incumplen sistemáticamente. O de ese relativismo político de quienes endurecen leyes para aplicarlas a los ciudadanos, pero que mantienen una interpretación muy laxa de esas mismas leyes cuando hay que aplicarlas a ellos mismos o a sus amigos. La consigna es aguantar como sea y en ello están Mazón y su Gobierno con las palmaditas en la espalda de apoyo de Feijóo y del PP y la prensa y expendedores de bulos a sueldo, al menos por ahora. Y si para ello no hay otra vía que refugiarse en la indolencia más estúpida, pues a ello. Que son apenas dos días esto de la política. Sólo provocan vergüenza, mucha, y desazón.