El único propósito para este año es llegar al 31 de diciembre. No contemplo otro compromiso; ni voy a apuntarme a un gimnasio, ni a seguir una dieta, ni a madrugar más, ni a llenar la hucha del ahorro ni a entregarme a sesiones de relajación. No tengo nada que aportar a esas entrevistas callejeras en las que asaltan a los transeúntes para que enumeren promesas que se apagan antes que las luces de Navidad.
Al hilo de este tópico anual, escuché a una psicóloga ahondar en los supuestos beneficios que tiene para el ánimo de las personas plantearse retos, romper el estatismo y abrirse a nuevos horizontes, no importa los muchos o pocos pasos que dar para alcanzarlos. Como tengo los cuadernos llenos de viejos planes, con el tiempo he aprendido a mantener un perfil bajo y esperar a que enero comience a caminar solo y luego ya veremos.
Subrayé en un libro una frase del poeta turco Nazim Hikmet que decía lo siguiente: “Has de tomar tan en serio el vivir que a los 70 años, por ejemplo, si fuera necesario, plantarías olivos sin pensar que algún día serían para tus hijos. Debes hacerlo amigo, debes hacerlo, no porque, aunque la temas, no creas en la muerte, sino porque vivir es tu tarea”. Y en esa tarea estamos.