La fría acogida por parte del Kremlin al plan para un alto el fuego de 30 días en la guerra entre Rusia y Ucrania acordado por Estados Unidos y Volodímir Zelenski y apoyado de manera expresa por Europa, así como las dudas y condiciones que pretende imponer Vladímir Putin sobre la propuesta no se corresponden con una voluntad real de alcanzar la paz. Hasta ahora, Putin se había permitido dudar públicamente de la capacidad y las intenciones de Zelenski para terminar con la guerra, un relato que, una vez más, también llegó a comprar Donald Trump. Fuertemente presionado por el presidente de EEUU, que le había cortado toda ayuda militar y de Inteligencia dejándole a merced del poderío ruso, Zelenski tuvo que asumir la vía marcada por la Casa Blanca hacia la paz. La revelación realizada por Trump de que, además de un acuerdo beneficioso para EEUU sobre las tierras raras ucranianas, habían hablado también sobre los territorios que perdería Kiev en una hipotética negociación, pone en evidencia que Zelenski asume su debilidad ante el giro norteamericano y que acepta una salida lo más digna posible. Consciente de ello, Putin dilata la guerra en busca de una derrota mayor de su enemigo y disfraza sus pretensiones con una aceptación a regañadientes: está “a favor de una tregua pero con matices”, añadiendo que quiere “la eliminación de las causas principales del conflicto” y asegura que tomará una decisión propia en función de cómo evolucionen los combates sobre el terreno, donde está logrando importantes avances y está a punto de reconquistar Kursk. A Putin le interesa seguir con la guerra. De ahí que sea obligado ejercer la mayor presión posible sobre el líder ruso para que acepte la propuesta sin matices ni condiciones y facilite una paz duradera y segura. Una presión que ya ha empezado a hacer Europa, cuyos máximos dirigentes de la ya conocida como Coalición de los Voluntarios, convocados por el primer ministro británico, Keir Starmer –cuyo liderazgo, sin formar parte de la UE, es relevante– ha decidido entrar en “fase operativa” para obligar a Rusia a abrir la negociación. Una iniciativa necesaria y de calado que EEUU debe secundar manteniéndose inflexible con Putin. El mundo está ante la gran oportunidad para explorar el fin de una guerra ilegal, injusta, desproporcionada y cruel.
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