Decía el president Salvador Illa en el encuentro que mantuvo en Iruña el viernes organizado por DIARIO DE NOTICIAS y El Periódico de Catalunya que no hay engaños a estas alturas, el dilema sigue siendo, tras el colapso del capitalismo democrático, entre humanismo o mercantilismo. Una vieja pugna en la historia y en el pensamiento político tan vigente como siempre. El recurso a la ultraderecha para asustar de los males no que vienen, sino que asuelan ya a las democracias, es sólo un mcguffin con el que desviar la atención de donde se encuentra el origen de este cúmulo de desmanes que lleva unos años minando los cimientos de la legalidad y la convivencia en el mundo y, quizá de forma especial, en el Estado español.
Anda esta semana –cada lunes comienza con un nuevo escándalo, que sea verdad o no es secundario, con el que forzar el debate público–, eufórica la derecha, sin necesidad ya del ariete de la ultraderecha, ensalzando las esencias del régimen que vendrá tras la caída de Sánchez. En el tono chusquero habitual en la caverna imperial, plumillas, jueces, tertulianos, editorialistas y demás pugnan por superarse unos a otros en la creación de la fórmula menos respetuosa con los valores democráticos a la hora de perpetrar un análisis de la realidad política. La impunidad en el ejercicio del insulto, la manipulación y la mentira es total. Si Feijóo no da el nivel, echan mano de Ayuso y sube el precio de la amenaza. Es cierto que muchas veces esas proclamas incitan a la risa, pero la risa no debe ocultar la verdadera tragedia que ocultan. Todo vale y el que puede hacer, hace todo lo que puede, sea legal o sea ilegal, sea infame o cochambroso o innoble. Da igual. Pseudomedios y demagogos analfabetos están siendo capaces de crear una corriente de opinión efectiva con su populismo demagógico que alienta lo mismo el racismo y la xenofobia que la recuperación de los valores del nacionalcatolicismo franquista o la asunción de la corrupción como un mal inevitable. O el centralismo contra la convivencia de la plurinacionalidad del Estado que ahora sostiene una acción de Gobierno en Madrid que mejora cada año los principales índices económicos y sociales del conjunto de los territorios.
Este Estado, y quizá de forma especial Navarra, ha sufrido el señalamiento y la persecución del diferente por cuestiones políticas e ideológicas con el único fin de poder acceder al poder. El acoso disfrazado de periodismo a Santos Cerdán y su familia es un ejemplo inaceptable, pero no pasará nada. No voy a poner la mano en el fuego por nadie, pero es innegable que ese todo vale suma éxitos a la estrategia de acoso y derribo golpista –eso sí, sin correajes ni tanques–, que lleva años activa para tumbar al Gobierno de Sánchez y la mayoría democrática y legítima que le apoya en el Congreso. Ni la crispación ni la persecución del adversario forman parte hoy del panorama político y social de Navarra, afortunadamente la estabilidad instuticionalidad sustentada sobre una amplia mayoría de una sociedad plural, la normalidad social y la prosperidad socioeconómica son la base de este presente aquí, pero el objetivo no es solo cargarse a Sánchez, sino que forma parte de un movimiento global de desestabilización y transformación antidmocrática del que si no hay una conciencia colectiva, nadie estará a salvo.