Orígenes aragoneses y tafalleses
Baldomero Barón Irigaray nació el 19 de junio de 1910 en Pamplona. Su familia paterna era de origen aragonés, pues su abuelo, Mariano Barón Guallar, era un carpintero de Zaragoza, afincado en Pamplona y casado con la tafallesa Facunda Rada Iriarte. Tuvieron tres hijos, llamados Mariano, Cándido y Baldomero, de los cuales Mariano será el padre de nuestro protagonista, Cándido fue propietario de la célebre taberna Casa Barón, en la calle Jarauta, y el pequeño, Baldomero, fue famosísimo redactor de Diario de Navarra, donde firmaba con el sobrenombre de Romedobal, variante evidente de su propio nombre. Mariano Barón Rada casó con Ceferina Irigaray Rey, con la que tuvo tres hijas, llamadas María, María Dolores y María Luisa, y dos chicos, Mariano y Baldomero, nuestra “vida ejemplar” de hoy. El propio Baldomero declaró haber nacido en la pamplonesa calle de Santoandia, aunque durante su infancia su familia se mudó, sucesivamente, a Chapitela, a San Gregorio y finalmente al nº 23 de la calle San Antón, donde sus padres fijaron su domicilio y abrieron una taberna, con las 4.000 pesetas que les tocó en la lotería de Navidad de 1920. Baldomero Barón dejó escrito que estudió en las Escuelas de San Francisco, y que su ocio se desarrolló en la calle, aunque su gran pasión vital habría de encontrarla a orillas del río Arga.
Pionero de la natación navarra
La derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial tuvo una insospechada derivada, que afectó directamente a Pamplona. Un grupo de militares alemanes, fugados de la excolonia germana de Camerún, recalaron en Pamplona en su huida, instalándose en la ciudad. Y entre ellos había algunos aficionados a la natación, que por aquel entonces era práctica casi desconocida en esta tierra. Hasta dicho momento, sí que existía un tramo del río a donde solían acudir a refrescarse y lavarse soldados de la guarnición, la zona hasta ahora conocida como “Los Quintos”, de poca profundidad debido a que los soldados generalmente no sabían nadar. Los germanos, en cambio, buscaron un lugar más profundo donde poder practicar la natación, por lo que dicho tramo del Arga se ha venido conociendo hasta hoy como “Alemanes”. La cuestión es que, según contaba el propio Baldomero, la presencia de soldados extranjeros nadando y realizando saltos en el río despertó la curiosidad de algunos niños, más teniendo en cuenta que algunos de ellos eran nativos africanos, por ejemplo uno de ellos que él mismo citaba, y que al parecer se llamaba Osombo. La cuestión es que aquellos niños pamploneses comenzaron a relacionarse con los germanos y a imitar sus prácticas natatorias, enganchándose de por vida a la natación. Tal fue el caso de, entre otros muchos, Baldomero Barón Irigaray.
Los comienzos no fueron fáciles. En los años 20, y especialmente durante el período de la dictadura de Primo de Rivera, la práctica de la natación no estaba bien vista en Pamplona, puesto que para la rígida moral de la época las indumentarias empleadas eran poco decorosas, especialmente en el caso de las mujeres. Ello suponía tener que bañarse a escondidas, y sufrir innumerables arrestos, multas y hasta palizas por reincidir. En no pocas ocasiones, contaban, tuvieron que salir a la carrera, cogiendo rápidamente sus ropas y corriendo semidesnudos en dirección a sus casas. No obstante, lejos de desistir, aquellos grupos de chicos, que de forma significativa se autodenominaban “Los Lobos del Arga”, fueron creciendo en número. Pronto fueron incorporándose las primeras mujeres, y con el paso del tiempo pudieron organizarse y crear el Club Natación de Pamplona. En su acta fundacional, que data del 27 de agosto de 1931, aparece la firma de Baldomero Barón como vocal de su primera Junta. Al tiempo que el nuevo club afianza sus estructuras, arrancan de forma tímida los primeros campeonatos de natación, en los que Barón brilla con luz propia. Hemos encontrado reseñas de prensa de los años 1930 a 1935 en los que se le menciona como inscrito en campeonatos navarros y vasco-navarros, participando en modalidades de velocidad y medio fondo, y ganando varias veces en la categoría de saltos con trampolín.
Olimpiada y Guerra Civil
Esta ilusionante ebullición se verá truncada por el advenimiento del golpe fascista. El 18 de julio de 1936, mientras la conspiración reventaba, Baldomero Barón encabezaba desprevenido una expedición de nadadores para participar en las Olimpiadas Libres de Barcelona, que se habían planteado como alternativa a las convocadas por los nazis en Berlín. A su llegada a Cataluña se ven sorprendidos por disturbios y tiroteos, y se tuvieron que ocultar en casas de amigos y conocidos, entre ellos el futuro ministro de Justicia, el nacionalista vasco Manuel de Irujo, que era navarro de Estella. Es preciso señalar que, para aquel momento, Baldomero Barón tiene ya una clara conciencia de clase y ha asentado su compromiso de izquierdas. Trabajaba como camarero y se había afiliado a la UGT, aunque con el tiempo evolucionará hacia posiciones comunistas, afiliándose, ya en la clandestinidad, a la CNT. Siempre se consideró un “rojo”, y como tal aprovechó su estancia en Barcelona para alistarse en la Brigada 43 del Ejército Republicano. Combatió en el frente de Huesca, en la sección de Transmisiones, y según algunos testimonios resultó herido en un pie. Perdida la guerra huye a Francia y es encerrado en el campo de concentración de Gurs, donde coincidirá con su hermano Mariano. De aquella época recordaba el hacinamiento, el hambre, los piojos, las ratas, y el miedo atroz a que los nazis lo transfirieran al campo de exterminio de Auschwitz. Finalmente liberado cruza la frontera, pero es detenido y encarcelado, sucesivamente, en las cárceles de Figueres y Reus. Parece ser que fue su tío, Baldomero Barón Rada, redactor del Diario de Navarra y persona bien relacionada dentro del Régimen, quien movió los hilos para la salvación de sus sobrinos, y consiguen regresar a Pamplona en 1941. Su viaje de cinco días, para asistir a las Olimpiadas de Barcelona, se había convertido en un doloroso periplo de cinco años de guerra y exilio. Otros “lobos del Arga”, como Xabier de Frutos o Enrique Astiz, no tuvieron tanta suerte y murieron a manos de los fascistas.
Una vida plena y feliz
Ya hemos dicho que Baldomero Barón se empleó desde muy joven como camarero, y la lista de establecimientos en los que trabajó en algún momento de su vida es larga. Él mismo mencionaba la taberna familiar de la calle San Antón, la cantina del antiguo Matadero, regentada también por sus padres, el bar España de la plaza del Castillo, el Casino Principal, el Iruña, el Rhin, el Tenis, Larraina, las Piscinas Municipales y el Casino Eslava. Se casó con Felisa Zurró Pascua, de Rentería, con la que tendrá un hijo llamado Mariano, prematuramente fallecido en 1984, y que a su vez fue padre de Elur Barón Rodríguez, nuestra interlocutora de hoy. Tras regresar a Pamplona recuperó su actividad en el Club Natación, y participa en campeonatos al menos hasta 1945, convirtiéndose en un especialista en la modalidad de saltos. A lo largo de muchas décadas enseñó a nadar a media Pamplona y sus paisanos, agradecidos, le premiaron con multitud de reconocimientos y homenajes, entre ellos la Medalla al Mérito Deportivo, otorgada en el año 2000, cuando tenía ya 90 años. Los últimos años de la vida de Baldomero Barón están marcados por la estabilidad y la tranquilidad. Por las mañanas nadaba un rato, y tomaba luego unos vinos por San Nicolás con su cuadrilla, pasando las tardes en la peña Irrintzi, de la que era socio fundador. Ingresó en la “Meca” junto con su mujer, Felisa, y falleció un año después que ella, el 13 de noviembre de 2006, cuando contaba 96 años, llevándose con él mil vivencias y secretos. A su nieta Elur le tocó, según ella misma nos cuenta, cumplir un viejo pacto que tenía con su abuelo: tras su muerte, depositó parte de sus cenizas bajo un árbol que ellos mismos habían plantado, y el resto lo aventó en su querido río Arga, concretamente en el punto donde antiguamente había estado el trampolín. Fue el último salto de Baldomero Barón Irigaray, un “rojo” pamplonés, el último de los “Lobos del Arga”.