Mentir: ¿error o acierto? Políticos, periodistas y curiosos, a la caza del currículo falso. Según la RAE, currículo o currículum es el “conjunto de estudios y prácticas destinadas a que el alumno desarrolle plenamente sus posibilidades”. Es un camino sin compromiso de culminación en licenciatura, grado o doctorado. Además, ninguna titulación académica es condición para la actividad política. La prospección investigadora ha revelado una extendida falsedad en currículos de políticos.

Si les pillan, se asume un error: acción desacertada o equivocada, de acuerdo con el diccionario. Si cuela, un acierto con posibles consecuencias positivas de consideración personal y progreso profesional. En ambas opciones, mentir está feo. La dimisión no necesariamente entraña arrepentimiento y constituye una plataforma de lanzamiento por exhibición de honestidad. Reclamo para alabanzas sobrevenidas. “Estudios en…” carece de empaque. Una licenciatura, un grado, un máster, un doctorado decoran mucho más la talla intelectual. Está constatado que, al menos en primera instancia, se puede mentir con impunidad porque nadie verifica los datos aportados al currículo. Caza menor. ¿Y la caza mayor de verificar las declaraciones de bienes? Algunas son de descojono después de años de desempeño de cargos públicos en una o varias instituciones. Si nos las creyéramos, seríamos susceptibles de promover una colecta popular entre militantes, simpatizantes y ciudadanos solidarios para mitigar tan escasos bienes y tan modestas cuentas corrientes.

Pero ni entre bomberos ni entre políticos se pisan la manguera. Las declaraciones de bienes, que a veces se hacen fuera de plazo y tampoco pasa nada, son materia reservada a la curiosidad hostil. Hoy por ti, siempre por mí. Un acto de fe. La falta de verificación de currículos y de declaraciones de bienes, medida de protección de una especie que podría extinguirse de acosarla con exigencia radical de transparencia. Taimada.