Un acueducto conmemorativo ha hecho palidecer este año nuestro envidiado acueducto foral. Más envidiable aún porque el puente nacional ha caído en fin de semana. Acueducto conmemorativo desde el 20 de Noviembre hasta el 6 de Diciembre, desde la fecha oficial de la muerte en cama del dictador Franco hasta el aniversario de la aprobación de la vigente Constitución. Incluida la instauración de la Monarquía (22-11-1975), excluida intencionadamente del posterior referéndum constitucional. De Príncipe a Rey, vestido con uniforme militar de Capitán General.
El toque castrense, presencia imprescindible, al parecer, en las efemérides nacionales. Las fechas son siempre las mismas. El cincuentenario de fallecimiento y proclamación les ha conferido un realce especial. Cabría habilitar otro acueducto conmemorativo en julio de 2026: entre el día 18, levantamiento militar contra el gobierno (90 años), y el día 23, juramento de Juan Carlos I como sucesor de Franco “a título de Rey” (57 años). Y al día siguiente de ese capítulo de memoria histórica, el chupinazo de Tudela. Al alcalde Toquero (vice Ibarrola en UPN) le haría mucha ilusión y daría más sentido al pasodoble Que Viva España, himno icónico de los preliminares de la mecha festiva.
Yo viví en la falta de libertades de un régimen autoritario durante treinta años. Algo de libertad tenía porque, a partir de cierta edad, podía beber cerveza. La consabida relación de excelencia democrática entre libertad y cañitas. Cumplí con la mili. La objeción y la insumisión no figuraban todavía en el menú de opciones. Ningún beneficio percibido ni en evolución de mi hombría ni en socialización. Tiempo caqui, tiempo caca. El aire fresco de la transición entró con tibieza, titubeos, amenazas y miedos. Durante una decena de años de mi vida radiofónica conviví con la censura previa y la limitación de contenidos. Propagan que el modelo autoritario seduce a una parte de la juventud actual. Pura ignorancia.