Me suena haber escrito sobre el tema, pero me es igual. Odio este puente. Que conste que no tendría nada contra él –de hecho, así lo he sentido en ocasiones– si pudiera escapar de esta humedad y, aún mejor, visitar lugares cálidos y hermosos. Pero, claro, no todo el mundo tiene la opción de largarse a Egipto o a Lanzarote, ni siquiera a pasar un frío del carajo entre mercadillos navideños de Europa central.

Somos muchos los que aquí nos hemos quedado y, sobre todo si vives en Pamplona, no queda otra que someterse a un vaivén de jornadas y vísperas de fiestas, intercaladas con obligaciones laborales, sábados que parecen domingos, horas de nada y otras de ajetreo intenso y así durante diez días desde la ya lejana festividad de San Saturnino. Con críos de vacaciones escolares a partir del pasado 3 y padres que trabajan, con supermercados que de forma mayoritaria abrieron sus puertas ayer y lo harán además en la jornada festiva de mañana, si bien otros cerraron el Día de Navarra pero no por la Inmaculada, con cadenas de ropa también abiertas en algunos festivos… Semana y media rara, rodeados de turistas dando vueltas por las esquinas típicas de la ciudad mientras los demás hemos de pararnos a pensar en qué fecha vivimos para relajarnos o apretar el paso hasta el tajo.