Al tiempo que se emitía la cuarta temporada de The Morning Show sobre la televisión informativa, acontecía en el Estado español una revolución: un subidón de audiencias sitúa a La 1 a pocas décimas de la cadena líder, la muy pepera Antena 3, desatando el pánico entre la derecha y los neofranquistas que, para justificarse, acusan a RTVE de falta de neutralidad. ¿Cómo se explica este terremoto y la histeria de ultras y conservadores manifestada en los groseros ataques de El Hormiguero y Ana Rosa, la inquina de El Mundo contra Silvia Intxaurrondo y la fiereza hacia Xabier Fortes? Han concurrido dos factores.

Por un lado, RTVE ha acertado al impulsar Mañaneros 360, Malas lenguas y Directo al grano y mejorar programas de debate y noticias como La hora de la 1 y los telediarios. La inteligencia de Javier Ruiz, Adela González, Jesús Cintora, Gonzalo Miró, Pepa Bueno, Xabier Fortes y Silvia Intxaurrondo han sido decisivos en la adhesión de los telespectadores. Y, por otro lado, se ha generado la progresiva movilización de la ciudadanía horrorizada ante la confluencia del PP con Vox, en la que perciben una amenaza para sus derechos. La dialéctica trumpista de Feijóo, Ayuso, Tellado, Abascal y otros ha despertado a mucha gente que se ha visto amparada por la tele estatal.

Eso ya ocurría en Euskal Herria, donde la fuerza informativa de ETB neutraliza la influencia españolista y regresiva de Vocento. Además, Antena 3 fracasa aquí, donde ocupa la cuarta plaza. La mayoría no quiere desequilibrios entre derecha e izquierda, ni tolera la prepotencia política y tampoco acepta que lo privado liquide lo público. Rechaza la vuelta atrás y el aventurismo. RTVE lo ha interpretado bien con su sesgo democrático. Sigan por ahí, siendo un útil contrapeso sin caer en el partidismo.