Síguenos en redes sociales:

Recursos humanos

Maite Pérez Larumbe

Comparaciones

Comparaciones

Compararse es una tontería autodestructiva incluso para quien sale ganando. Por pensar mal, a saber por qué necesitará alzarse con el triunfo quien sabiéndose en esa posición inicia el mecanismo, más o menos sutil, para que se le reconozca, al menos mediante la evidencia. ¿Narcisismo? ¿Inseguridad? ¿Revancha? ¿Falta de empatía? ¿Ganas de bronca? ¿Desconocimiento de la variedad de recorridos, decisiones, suertes, empeños, gustos? ¿Estrechez de miras? ¿Réplica inconsciente de modos aprendidos?

En cualquier caso, la comprensión del fenómeno ni es consuelo ni evita la desagradable sensación que experimenta quien resulta en desventaja. Y si no, que se lo pregunten a P, que el otro día disfrutó de un pequeño ataque de ansiedad en el marco de un interrogatorio en un encuentro propio de estas fechas. Dice que seguramente sin duda (¿?) con la mejor intención, pero, y ahí está el problema, con un cuestionario hecho a la medida de la parte interrogante.

P es bastante razonable y mientras trataba de no hiperventilar era consciente de haber caído en una trampa para principiantes. También de que no era la primera vez. Como tampoco estaba por el conflicto, contemporizó. No se le ocurrió en el momento formular preguntas como ¿ocuparás un ministerio? o ¿has descubierto algún planeta este año?, que habrían equilibrado la situación con algo de riesgo pero con humor y pasó un día raro tirando a gris.

Nos definimos a partir de una escala diseñada sin preguntarnos, donde se sitúan los logros, sean lo que sean, o su ausencia. El logro marca la estatura y el valor. Y es difícil, hace falta entrenar para mantener conversaciones que no recurran a ellos, que no den por supuestos itinerarios y preferencias, que no hagan del logro, sea lo que sea, el centro. Conversaciones con las demás personas, pero también con nosotras mismas.