(...) Todo comenzó el día 8 de mayo, el día del examen para las pruebas de auxiliar de protección ciudadana. Los resultados se publicaron pronto, y a los que hubiésemos aprobado se nos citaba el día 8 de junio para la asignación del puesto que cubriríamos en Sanfermines. El año pasado había sido una buena experiencia y no iba a dejar pasar la oportunidad de reunir algún dinerico. Incluso rechacé otra oferta de trabajo que se me ofreció con esa seguridad que suele dar un contrato. El año pasado no firmé ningún papel para trabajar de naranjito, pero aun y todo no creía que hubiera necesidad de mayor validez que el de la palabra hablada.
Se acercaba el 6 de julio y ya me había hecho a la idea de trabajar, cuando la víspera una insolación y una tremenda quemadura solar me obligaron a guardar cama; cualquiera sabe lo doloroso que es (...). Así que me apresuré a avisar de que iba a serme imposible acudir a trabajar, al menos aquel día. "Muchas gracias por habernos avisado y no pasa nada". El día 7, aún bastante resentido, llamo para notificar que voy a incorporarme a mi puesto de trabajo y se me hace saber que "Ya no hace falta que acudas a trabajar". Solicito el número de teléfono del responsable del Área de Protección Ciudadana (Miguel Ruiz) y me contesta que no está autorizada para ello. Pienso: "no pasa nada, lo tengo guardado del año pasado, ¡ya me lo cogerá!". Y en uno de los intentos, responde bastante sorprendido y un tanto nerviosillo. Ya desde el primer momento se hace el despistado, para pronto comenzar a excusarse con justificaciones baratas y argumentos pueriles. No tarda en desentenderse de su responsabilidad para enseguida explicar su actuación intentado hacerme ver cómo no podía darse otra consecuencia en semejantes circunstancias, era ineludible actuar así, la culpa mía, por no ponerme crema solar. La mejor parte creo que fue cuando comenzó a explicarme lo que está bien y está mal. La razón fundamental venía a resumirse: no estaría actuando correctamente si contratase a una persona que está enferma. Es tan sencillo como no vengas más por aquí, no se te ha dado de alta en la Seguridad Social y ya nada puede hacerse. Cruel destino, tú nada perdonas. Mejor no hablemos de contratos y de legalidades. El justificante médico rápidamente pasó a quedar invalidado como prueba no pertinente y aún le faltó tiempo para hacerles creer a mis compañeros de trabajo que yo había rechazado el puesto de trabajo por... ¡Vete tú a saber qué se habría inventado!
Visto que no era capaz de comprender sus justas motivaciones e irreprochable proceder, me colgó el teléfono. La gente importante está siempre ocupada para tratar asuntos que consideran delicados. De esta manera me despidió y paso a anular el puesto y a prescindir de un naranjito; así tan sutil y descaradamente y sin hacer ruido dio por bien finalizado el asunto, con esa increíble facilidad y sencillez que tiene quien siempre ha hecho así las cosas. Y así como quien aparta de su lado un molesto mosquito, con esa rapidez y ligereza se libro de mí. Porque la forma normal de hacer las cosas no es la justa y porque quien juega sucio acaba manchándose, aquí nos pringamos todos. ¡Ojo! Porque aunque las insufribles hordas de guiáis pronto se marchen, esos se quedan.