Fuimos espectadores más o menos privilegiados de una historia jamás vista antes en nuestro periplo democrático. Asistimos a un plano-secuencia impactante en el tramo final de la película, con los miembros del Gobierno de la nación, ministras, ministros y presidente, levantándose y abandonando sus asientos, esa bancada privilegiada del Gobierno en las Cortes Generales, tras censura prevista y deseada por siempre jamás. Fue un desfile con las cabezas bien altas, sonrisas forzadas, extraños nudos en los estómagos, ligeros sudores fríos.

Entre las frases más provocativas que Mariano como dirigente del PP había dejado escapar a micrófono que él creía cerrado estaba aquella que soltó el 11 de octubre del 2008 en A Coruña dirigiéndose de manera informal, en lenguaje coloquial e íntimo a Javier Arenas para darle una lisa y llana aclaración de su marcha anticipada de A Coruña para viajar a Madrid, marcha que le impedía estar presente en la clausura de la Unión Interparlamentaria de los “populares” a celebrar el día 12: “Tengo el coñazo del desfile”.

La frase, publicada sin escatimar gruesos titulares por lo más granado de la prensa canallesca, o sea, de la no gubernamental, no era una declaración de principios. Como expresión coloquial y fuera de contexto, nadie podía considerarla ofensiva para institución alguna. Años más tarde, en el largo plano-secuencia que acababa con ese desfile gubernamental que se despedía de su bancada, destronados y hasta empujados por el sentido común del resto de la Cámara, Mariano quizás volvió a reflejar para sus adentros algo parecido a esa misma frase que le surgió en A Coruña: “Y ahora, para más inri, tengo el...”.