En las calles podemos considerar, groso modo, tres grupos de usuarios: vehículos de automoción, bicis y similares, y peatones. Cada uno con sus necesidades, que se pueden resumir simplificadamente en: el peatón circula por las aceras solo o acompañado, desde éstas accede a vehículos ya sean turismos o autobuses, también a los edificios; luego, están los turismos y vehículos de transporte que precisan aproximarse a las aceras, ya sea para carga y descarga de mercancías o para personas, o aparcar; y, por último, las bicis que necesitan un espacio apropiado para circular.

Así pues, el sentido común lleva a pensar que las aceras son para peatones, no para ciclistas; que los vehículos de transporte, turismos y autobuses tienen que estar conectados con las aceras para sus fines sin inconvenientes, como lo son los carriles bici en muchos casos.

Entonces, ¿qué hacemos con las bicis y ahora también los patinetes? Lo más fácil es no pretender inventar nada nuevo sino copiar soluciones ya existentes en otras ciudades.

Por ejemplo, ¿qué hacer en la avenida de Pío XII? Cabría establecer los tráficos de los diferentes usuarios en el siguiente orden de un lado al otro de la avenida: acera para peatones, calzada para vehículos, carril bici, mediana (jardincillo central), carril bici, calzada para vehículos y acera para peatones. Es decir, los carriles bici en el centro de la avenida a ambos lados de la mediana, debidamente protegidos. Obviamente las bicis deben circular como un vehículo más, respetando las normas de circulación para vehículos. Y las excepciones admisibles, como recoge el Reglamento de Circulación, circulando por las aceras “a paso de persona”.

De esa forma, como peatones, caminaríamos con normalidad por las aceras, accederíamos a las villavesas y turismos, al igual que las acciones de carga y descarga, sin la interrupción por la circulación de bicis y rápidos patinetes. Y, como ciclistas, iríamos ordenadamente por el centro de la calle ágilmente con fluidez y sin molestar a nadie.

Esta solución podría ser una idea para una futura remodelación de la avenida de Pío XII, cuando toque, si es que toca, lo que precisamente no sería muy costoso. También podría ser una pauta a la hora de diseñar el orden del tráfico para, al menos, tenerla en consideración para otras actuaciones futuras en nuestra ciudad: considerar los flujos de tráfico de los diferentes grupos de usuarios bien diferenciados, ordenadamente sepa-rados.