Me unen con Pedro Esarte no solo la vecindad, la amistad; también el profundo respeto y la admiración. Hasta conocerle no había podido comprender con cierto detalle el profundo y complejo trabajo de historiador. Un historiador cuya universidad han sido los Archivos del Reino de Navarra, cuyos créditos se han ido cumplimentando sobre cientos y cientos de horas descubriendo y analizando documentos, engarzando datos verificables y, finalmente, completando un relato lo más aproximado posible a los hechos reales, una historia anclada en una época concreta y analizada en sus pormenores sociales y políticos, animada por todo tipo de declaraciones y de documentos verídicos de los personajes e instituciones de aquel devenir para ofrecérsela a sus lectores, a los actuales y a los venideros.

El tiempo que no ha empleado en dar clases lo ha empleado -aparte de dirigir un negocio familiar hasta su jubilación- en investigar, en publicar libros de resultas de esas investigaciones, en dar charlas, presentaciones de sus nuevas publicaciones y conferencias. Y en escribir un sinnúmero de artículos de prensa (colaborador asiduo de DIARIO DE NOTICIAS) posicionándose enérgicamente, con enfoques nada inocuos, ante la actualidad más desbordante.

Pedro Esarte tiene imaginación, perseverancia y audacia para ofrecer visibilidad, para dar cabida a otras épocas; y además tiene el compromiso contraído de ceñirse sin alegrías ni desviaciones a la verdad histórica. Mantiene esa ilusión que le anima a seguir investigando, analizando datos que le llegan a partir de diversas fuentes, recomponiendo hechos que profundizan y enriquecen resultados anteriores. Nadie le puede negar capacidad y oficio. Su aptitud es destacable. Con Navarra y Baztan en el horizonte de sus trabajos, alimentando su sentimiento navarro desde la intensidad de sus análisis y realimentando éstos desde ese sentir navarro, Pedro Esarte no es hombre que busque ni se deje llevar por el halago. Tampoco da muestras de esperar reconocimiento oficial alguno. Es la posteridad la que va a colocar sobre su persona y su obra el verdadero doctorado honoris causa que nuestra universidad le escatima. Y él lo sabe.