Puede parecer un trabalenguas pero no lo es. Es una realidad. Una realidad que cada día toca a las puertas de más ciudadanos de clase media. Primero se llevaron las fábricas a China y otros destinos con la excusa de la mejora en la rentabilidad de las empresas (será para los grandes empresarios porque a los trabajadores y a las pequeñas empresas los ha destrozado). Luego vino la apertura de fronteras y el “acogimiento” en nuestro continente de personas sin tener en cuenta nuestras necesidades de mano de obra o nuestra capacidad de asimilación cultural y social. Los que nos gobiernan están decididos a repoblar nuestro continente con grupos humanos con formas de vida, en ocasiones, radicalmente opuestas a nuestros valores occidentales. Si a esto le añadimos un aumento de la delincuencia generalizado, una evidente destrucción de la clase media y su sustitución por población procedente de países con niveles de formación inferiores, religiones que preconizan la sumisión y una caída generalizada en los niveles salariales, ya tenemos una Europa más cercana a países en vías de desarrollo que al continente seguro, estable y con altos niveles de bienestar que hemos disfrutado estos últimos años.