Miro en el espejo de mi interior, buscando el reflejo de la mujer que quiero ser, una mujer que deje atrás los cánones impuestos por una sociedad consumista que parece aborrecer la verdadera y clásica belleza, intentando disfrazar la elegancia de las féminas implícita en su propia existencia.

Deseo que mis pasos sean firmes, seguros, que no me impidan correr hacia adelante, saltar sobre la arena del mar, caminar sin prisa, bailar al son de cualquier ritmo, escalar montañas, recorrer miles de caminos, perderme en los laberintos, subir a lo más alto y bajar a los infiernos, huir o luchar por mí o por el mundo, quiero que los cabos de mi cuerpo sean libres de los tacones que secuestran nuestros ágiles movimientos para convertirnos en suaves ondulaciones que nos torturan desde los pies a la cabeza.

Anhelo la tela que envuelve y me protege, sea digna de las manos que la elaboraron en lugares remotos o cercanos, que no me asfixie, no me impida el movimiento y la independencia que merezco.

Aspiro sentir mi cabello danzar con el viento, humedecerse en mares sin muertos o bajo los ríos de aguas cristalinas de todo el mundo, sin que se enrede en los desechos que ahogan la vida de otras existencias.

Requiero que mi piel y la de los demás no se queme bajo el sol arrasador cuando necesite agua incorrupta para saciar la sed, ni que el color de la fina cáscara que recubre mi cuerpo sea el impedimento para una vida mejor.

Exijo disfrutar alimentándome, sabiendo con la mayor de las certezas que los habitantes de esta tierra también podrán hacerlo.

Rehúso ser la mujer que castiga su cuerpo por la simple cifra que describe su cintura o se avergüenza al mostrar su esbelta, lucida e imperfecta figura.

Exijo que mi sexo no sea la razón por la que me aterrorice recorrer las calles bajo la luna o las estrellas, ni que otros piensen que pueden ser los dueños de mi cuerpo, de mi alma, de mi esencia.

Espero ser la mujer a la que se le valore por cómo es, por lo qué siente, por su inteligencia o su ignorancia, por el gusto de cultivarse, por la afición de experimentar, por sus errores, fracasos y éxitos, por la pasión de vivir, por la sabiduría acumulada en la universidad de la vida, dejando de lado el envoltorio de semejante regalo, sin ocultar ni disfrazar su rostro bajo una falsa máscara repleta de aderezos y adornos.

Ansío aprender a vivir sin las excesivas elecciones encubiertas, vestidas con trajes de necesidades vitales, instauradas por las grandes, embaucadoras y capciosas empresas o corporaciones que dirigen a los gobiernos, regímenes e imperios, implantándonos falacias de forma velada a través de nuestros sentidos, vaciando, una vez más, nuestros bolsillos del más ingrato y sucio de los papeles, cobrado a través del esfuerzo, sudor, tiempo, e incluso la vida.

Después de mirar en el espejo de mi interior, reconozco no encontrar a la mujer que desearía ser, pues a veces los ideales son quimeras imposibles, inalcanzables, pero no por ello no merecen nuestro afán para llegar a alcanzar lo más próximo de los propios sueños.