(...) El lazo que ahoga la paciencia de la ciudadanía y paraliza la política de nuestro país se antoja ilusorio que pueda ser desenredado sin el hachazo de unas nuevas y decepcionantes elecciones generales. Nadie asume la culpa de negociaciones fracasadas, pactos rotos, cuentas pendientes, supuestos merecedores, rencores y recelos ideológicos? Demasiadas cadenas. Ni Houdini en su mejor exhibición saldría de ésta sin pagar un peaje, y Pedro Sánchez es hábil, pero no es Harry Houdini. Pues en estas estamos. Pulsos y más pulsos. Soberbias, más soberbias, “qué hay de lo mío” y la casa de todos sin barrer. Una casa en funciones, un debate de investidura incierto y una infinita tristeza democrática. Lo peor es que se oculta lo que se discute. La ocultación, y aún más si es premeditada, molesta muchísimo al personal, y la paciencia no es ilimitada. Los ciudadanos no somos tan pardillos como algunos dirigentes podrían pensar. Bebemos la vida cotidiana, concreta, el día a día. Tanto trago amargo revuelve numerosos estómagos y despierta algunas conciencias. Veremos?