Mientras las derechas critican la anunciada coalición que va a gestarse en breve, porque la aritmética de la investidura así lo exige, Pedro Sánchez da un portazo a las aspiraciones de Pablo Iglesias, condicionándolo a dar un paso al lado en la confección del nuevo gobierno. El líder de Podemos así lo ha hecho renunciando a la vicepresidencia, y ahora, tras el repudio del presidente en funciones, espera que no haya más vetos, acogiéndose a lo de que “él era el principal escollo en la mediación”.

Los próximos días van a ser decisivos si el PP, Cs y Vox no traman ninguna treta, queriendo seducir la variable voluntad de Sánchez, cediendo unos apoyos que volverían a romper el acuerdo del PSOE, Podemos y muy posiblemente los nacionalistas.

La fragilidad del momento político está en cuestión, pero los tempos mandan y la orden del jefe del Estado es concluyente para que Moncloa vuelva a funcionar, pero de no ser así, nos veríamos abocados en noviembre a nuevas elecciones generales.

Por esa parálisis gubernamental en la que se obvia el problema catalán, se hace un flaco favor a la marcha de España, si antes no se opta por dialogar el tema del procés con el deseo ineludible de la mitad de catalanes y el 80% en el tema del derecho a decidir.

El ministro de Exteriores en funciones, señor Borrell, pone palos a las ruedas en el tema inter-nacional, negándose a facilitar explicaciones al conceller de la Generalitat, señor Bosch, porque da por inútil todo entendimiento, y así no podemos ir bien.

Mi esperanza es que con esta próxima coalición este señor pueda ocuparse de otros asuntos.