Leyendo el artículo que se titula Agua del grifo y salud de hace unos días creo necesario, como sanitaria formada en estos temas, realizar algunas aclaraciones, adelantando que respeto todas las opiniones, pero únicamente valoro las avaladas científicamente. Vayamos por partes. Resulta cierto que en España hay un consumo aumentado de agua embotellada que no se soporta desde el punto de vista de calidad del agua en nuestra región. El agua del grifo es perfectamente apta para su consumo y supera todos los controles que se realizan, que son abundantes. Valga decir que es el producto alimentario que más controles recibe. Dicho esto, los sistemas autorizados para hacerla segura desde el punto de vista microbiológico son variados, pero el más utilizado en aguas de buena calidad de origen es el hipoclorito sódico o lejía, producto efectivo, seguro, barato y que controla las bacterias sin resistencias conocidas. Es verdad que existen otros, como el dióxido de cloro, que pienso que es al que se refiere, aunque no lo menciona así en su carta, que también puede utilizarse, pero es más costoso, más difícil de mantener, tiene algunos inconvenientes, como casi todo, y es que genera subproductos que pueden ser peligrosos y hay que controlar, aunque hasta ahí lo mismo que el cloro, en un caso son unos y en el otro otros. No existe el producto ideal, es verdad. Pero hay que decir que en los controles que se realizan en grifo se buscan específicamente estos subproductos en ambos casos, se analizan en laboratorios acreditados y se valora cuál es el más indicado para cada abastecimiento de agua, por lo que las generalidades no sirven en este caso ni en casi ninguno. El agua debe ser apta después de superar los análisis correspondientes siempre. Por ello no se puede decir que hay un desinfectante bueno y uno malo, hay diferentes indicaciones de uno u otro y se elige. Por otra parte, con respecto a su uso como medicamento nada que decir, el dióxido no está autorizado y punto. Eso sí, cada uno verá lo que hace, pero la obligación de las agencias sanitarias es indicar lo que está científicamente avalado y lo que es charlatanería, para eso están. Luego cada uno podrá valorar si trata el autismo de su hijo con medicamentos aprobados después de múltiples estudios científicos o con derivados de lejía, allá él, yo sé lo que haría, pero, por favor, no nos confundan, el señor que menciona tiene abundantes multas por curandero sin escrúpulos que formalmente paga sin problemas, habría que plantearse cómo maneja esas cantidades, si no será que se lleva el dinero de personas desesperadas a las que promete una curación rápida e indolora. Siempre ha habido charlatanes y siempre los habrá, y siempre habrá pseudociencias, pero se debería respetar la ciencia verdadera, la que se estudia en las universidades y para la que se invierte dinero, seguro que menos que lo deseable, en estudios independientes. Eso es lo que vale. De verdad.

La autora es farmacéutica de Salud Pública