Vicente Ferrer (Barcelona, 1920- Anantapur, India, 2009) entregó su vida a los más necesitados. No pedía nada para él, pero a todos nos recordaba la necesidad del compromiso de cada uno: “Ha de producirse una revolución que mueva las masas. Sin reconocer que la humanidad está enferma, no podemos ganar la batalla. Una parte de la Tierra lo tiene todo en las manos y otros nada. ¿Por qué no hemos solucionado ya que unos seres estén condenados a una vida infrahumana mientras que otros muchos seres viven en la opulencia? Para mí, actuar es lo más importante. Es la última espiritualidad porque va un paso más allá de la oración, porque en tu buena acción se mueve todo tu ser: la parte física, el sentimiento, las sensaciones... La acción no consiste en imponer nada. Consiste en mitigar el dolor. Comencé mi labor misionera hablando a los campas y diciéndoles que los dos hijos de una madre no son hermanos, se hacen hermanos cuando uno ayuda al otro”.