Las pesetas con la abultada cabeza del dictador ocupando todo el espacio quedaron atrás, pero su árbol genealógico continúa con la fiesta. Que Franco fue el causante de más muertes que Bin Laden es un hecho; pero mientras a uno se lo cargaron los SEAL y fue pasto de los peces (o eso nos dijeron), el otro murió de viejo, en la cama, entubado hasta las cejas para alargar su agonía. Si a Franco lo hubiesen incinerado o arrojado al mar nos hubiésemos evitado 44 años de peregrinaciones fascistas a su mausoleo. El Gobierno ha querido apuntarse un tanto con la exhumación, pero el tiro le ha salido por la culata: unas 20 cámaras de TVE emitiendo en directo como si fuese un Madrid-Barça. ¿Por cuánto nos ha salido la broma? Más de 60.000 €. Ahora dicen que hay que sacar e identificar a todos los muertos de las cunetas, las familias los reclaman con razón; no obstante, creo que no hay dinero suficiente en las arcas del Estado para llevar a cabo semejante proyecto. ¿Se imaginan decirle a un pensionista que le van a recortar aún más su pensión para hacer frente al macroproyecto de memoria histórica? Hay que hacerlo, vale, pero que lo pague la familia Franco con su fortuna conseguida del expolio. Cuando venía Carmen Polo, la collares, a Donosti, cerraban todas las joyerías menos una, luego reponían lo expoliado entre todos los joyeros; de cerrar todas hubiese sido peor: antes de que estallase en cólera era mejor abrir una válvula de escape. Si esto ocurría aquí cuando Franco estaba relajado en días de vacaciones, multiplícalo por mil por todas las provincias en 40 años de dictadura. Lo dicho: hay que continuar con la Ley de Memoria Histórica, pero la factura que vaya a cargo de la familia Franco.