en el PSOE cohabitan dos almas y eso había impedido que se produjese todavía un pacto de Gobierno con la izquierda transformadora, pero la presión de los sindicatos, el fin del bipartidismo y la democratización de los procesos electivos de los dirigentes políticos y de la toma de las decisiones ha propiciado un cambio histórico. Pedro Sánchez, al final, ha demostrado ser quien afirmaba ser y ha entendido que el mandato de las bases socialistas le conminaba a lograr un acuerdo con partidos a su izquierda, algo insólito en la historia española, puesto que incluso, en contra de lo que se suele pensar, el Gobierno del Frente Popular solo incluyó marxistas una vez iniciada la Guerra Civil, no antes. Ahora no se trata de eso, pero sí de una izquierda que busca acotar y corregir las contradicciones de la economía capitalista especulativa en aras de una mayor igualdad social. Y ciertamente la desigualdad económica representa uno de los mayores males de que adolece esta sociedad, que ha padecido como en pocos países occidentales la grave crisis económica global y los recortes sistemáticos del Estado del bienestar y de los derechos sociales, civiles y políticos. Unidas Podemos ha logrado aunar la izquierda con su paciencia y su buen hacer demostrado, gracias a personalidades políticas como Pablo Iglesias e Irene Montero caracterizadas por su humildad y su capacidad de reflexión, además de Alberto Garzón, un hombre sensato, con mucho fundamento, que consiguió resistir al frente de IU el huracán podemita con la obtención de dos diputados (un millón de votos) cuando Iglesias amenazaba con dar el sorpasso al PSOE, salvaguardando así la pervivencia de su formación política. La unidad política permite que los partidos o corrientes políticas afines se pongan de acuerdo y gobiernen, pero para ello se requiere capacidad de diálogo y de cesión; si alguna de las partes pretendiese imponer un programa político por completo, no dejaría espacio para que los demás puedan brindar su apoyo ni su cooperación. Y los partidos nacionalistas, como el PNV, ERC, BNG y la propia EH Bildu, con su beneplácito a la investidura de Pedro Sánchez demostraron un realismo y un pragmatismo dignos de encomio. Así, la actuación extravagante y en apariencia estrafalaria de Gabriel Rufián en el Congreso ante el Gobierno de Rajoy no resulta una pantomima ni una burda parodia, sino muestra de un desparpajo necesario y hasta imprescindible que expresaba el grado de hastío ante tanta corrupción y ante tanto desafuero contra el pueblo de Catalunya. Con su apoyo todos ganamos, catalanes y vascos inclusive, y esto lo han entendido a tiempo, algo que les honra y que les otorga una enorme credibilidad. Con estos partidos nacionalistas se puede contar, pese a todo, para la gobernabilidad y la estabilidad política y económica en una coyuntura más que difícil.

Son buenos mimbres para la formación de un Gobierno que surque un camino provechoso y duradero. ¡A ver si los agoreros de la derecha y del propio PSOE no lo estropean con sus deslealtades! Si tanto valoran algunos barones socialistas ciertos principios conservadores, que atiendan también a los de orden y disciplina, ya que Pedro Sánchez es su líder natural, elegido por las bases y por los dirigentes de la renovación. Cuando González, Guerra, Bono, Ibarra, etcétera (que ahora son hombres muy adinerados) lo dirigían, el debate interno era marxismo sí o no. ¡Que dejen a las nuevas generaciones ofrecer respuestas nuevas ante nuevos problemas! El diálogo y la negociación demandados por la sociedad democrática han llegado y con la lección aprendida, este Gobierno permanecerá estable, no sin tensiones pero sí logrando unos resultados excelentes para la gran mayoría social. Se abre un nuevo tiempo político que suscita una gran ilusión entre la ciudadanía. Esperemos que esta generación de políticos de izquierdas esté a la altura de las enormes expectativas.

El autor es escritor