Para mí, “re-centralizar” era mantener en lo alto los gráficos del imparable crecimiento de la capital, celebrar su inminente proyecto social y urbanístico que, a decir de los departamentos de prensa de las principales entidades promotoras, estaba asombrando al resto de Europa. Re-centralizar era, para mí, mantener el engranaje multimedia fijo y uniforme en la villa y corte, dar culto a sus excelencias, mayor visibilidad a sus palacios reales en conmemoraciones y fiestas, poner una marcha más a los eventos en Ifema. Era emitir desde ella grandes desfiles y cabalgatas. Era auspiciar espectáculos lúdico-culturales que alimentan fanfarrias permanentes y excesos publicitarios. Tenía la sensación de que para los “re-centralizadores” eso llamado España sólo se captaba en toda su dimensión desde el gran Madrid de la Castellana; desde todos y cada uno de los presupuestos de cada sede ministerial instalada en Madrid, integrados en los del Estado, que no dejaban de producir un flujo permanente de beneficios colaterales que se quedaba en la “city”; desde el emplazamiento y logística centralizada de todas las grandes multinacionales; desde el espléndido fajín de las embajadas...