Hubo un remoto tiempo en que el animal hombre era sólo uno más de los que poblaban el globo, vivía siempre con la muerte en los talones, depredaba y era depredado, y, como el resto de animales, se agrupaba y distribuía las tareas de vigilancia para así disminuir las bajas. Comunicándose entre ellos nació esa inteligencia colectiva que les permitió soslayar mejor los peligros y aumentar la supervivencia. Cubriéndose las espaldas mutuamente afrontaban los mayores contratiempos. Acuérdense del lema de los Mosqueteros: Todos para uno y uno para todos. Unión frente a la inseguridad.El trabajo colectivo desvió ríos y movió montañas. En todos los idiomas del planeta existen vocablos que denominan ese tipo de trabajo. En la lingua navarrorum (así denominó, en 1167, el Rey Sancho El Sabio al euskera) el trabajo en comunidad se llama: auzolan. Todo lo qué “entre todos” se ha construido, “entre todos” se cuida y por ello tiene una vida más duradera, ese sentimiento de propiedad colectiva lo protege mejor.La guerrera estrategia romana instituyó el divide e impera con la que conquistó el mundo. Ahora asistimos a una encarnizada guerra entre un 1% de los humanos que tiraniza al resto. Y se nos “divide” en todos los sentidos: niños estabulados en guarderías, lejos del apoyo familiar; mujeres y hombres enfrentados; abuelos fondeados en la dársena contigua al desguace; hombres negros, blancos, rojos o amarillos peleados entre sí;? Ya lo dijo Aristóteles en su Política: “Las tiranías se sostienen de dos maneras: reprimir toda superioridad; deshacerse de los hombres de corazón; prohibir las comidas en común y las asociaciones; ahogar la instrucción y todo lo que pueda aumentar la cultura; es decir, impedir todo lo que hace que se tenga valor y confianza en sí mismo... y hacer lo posible para que los súbditos permanezcan sin conocerse los unos a los otros, porque las relaciones entre los individuos dan lugar a que nazca entre ellos una mutua confianza. Además, saber los menores movimientos de los ciudadanos... para estar siempre al corriente de lo que hacen, y acostumbrarles, mediante esta continua esclavitud, a la bajeza y a la pusilanimidad... A todos estos medios se une otro procedimiento: empobrecer a los súbditos para que estando ocupados en procurarse los medios diarios de subsistencia, no tengan tiempo para conspirar. Con esta mira se elevaron las pirámides de Egipto, los (...)”.Ahora oímos por doquier: ¡Seguridad! ¡Seguridad! ¡Seguridad! ¡Seguridad! ¡Seguridad! Y, atemorizados, aceptamos vigilantes de todo tipo. ¡Volvamos a la seguridad del compartir y resucitemos la común-unidad!