IFEMA es ahora nombre de hospital. Se acomodarán los santos y las vírgenes en las mesillas de frío metal. Irán llegando las flores de primavera y los osos de peluche. Por ahora una cama austera, una botella de aire, un inmenso techo industrial y una esperanza de salir de ahí caminando. Hay un crudo pulso por la vida al que es preciso adherirse. La batalla es sincera, de corazón, entregada, y sólo nos queda apoyar a quienes están en primera línea.En los tiempos de crisis es más importante si cabe el sentido de la ubicuidad y ahora toca sumar. Hubiéramos querido que se pensara no sólo en el ataque, que se diera más importancia a la necesidad de vida sana y natural para fortalecer las defensas. Hubiéramos deseado que no cerraran parques y playas a nuestras almas y pulmones necesitados. Hubiéramos preferido menos temor insuflado, menos pánico hacia una muerte que no es nuestra enemiga. Al fin y al cabo hasta las pulsaciones de nuestro corazón estaban contadas€, pero ahora es el momento de ayudar, de colaborar, de fortalecer la solidaridad y la unidad. Ya habrá oportunidad para invitar a echar más lejos la mirada.Lo están haciendo lo mejor que pueden, por supuesto los sanitarios y todos los trabajadores de los hospitales; por supuesto las fuerzas de seguridad; por supuesto la clase política..., y ahora es el momento de mostrar sincero y decidido apoyo. Hay un paradigma alternativo, también en la salud, que seguiremos susurrando, pero ese susurro no ha de impedir el manifestarnos aquí y ahora unidos/as a toda la ciudadanía en estos momentos tan trascendentales. Hay también una fraternidad ancha que buscaba desesperada razón para consagrarse.