Encuentro a faltar estudios sobre uno de los grandes efectos secundarios de la pandemia: el que provoca el virus en la glándula de la imprescindibilidad, que segrega la hormona de la vanitatis, causa de peligrosos ataques de importancia.Muchos de nosotros estábamos infectados, pero hasta ahora nos mostrábamos asintomáticos. Llenábamos la cotidianidad con una rutina de futilidades para justificar nuestra presunta transcendencia, simulando no darnos cuenta de ello. Hasta que la pandemia lo pone todo en su lugar, o mejor dicho, lo saca de su sitio, un sitio que no era el suyo. Así pues, cuando volvamos a ordenarlo de nuevo, con toda la modestia de la que seamos capaces, habrá que poner las cosas auténticamente imprescindibles, importantes, en el cajón de arriba, el más pequeño. Del resto, mejor deshacerse.