Me dice mi tía Paca emocionada: “en mis 91 años no he conocido nada semejante”. Son tiempos de confinamiento y solidaridad, de aislamiento y estrecha convivencia, de crisis económica y responsabilidad. Son momentos para el agradecimiento a todas aquellas personas que con su trabajo y/o su atención nos cuidan y ayudan a superar esta dura etapa. Gracias, sobre todo, por el esfuerzo en hacerlo lo mejor posible.Pero hoy quiero dedicar esta carta a otro aspecto de esta terrible pandemia. El pasado 15 de abril hizo un año que mi madre, Julia Barbarin, falleció. Tenía 94 años. La quisimos y la seguiremos queriendo siempre. Esa noche, que no podía dormir recordando la del pasado año, llorando todavía por su pérdida, estaba contenta porque fue entonces y no ahora cuando nos dejó porque estuvimos con ella, pudimos acompañarla y despedirla. Y entonces pensé en los familiares de las personas fallecidas estos días: aisladas, si estaban contagiadas, o ingresadas sin muchas visitas por el confinamiento de su familiares, de sus amistades; de más edad, la mayoría (ley de vida, que diría mi madre, pero no por ello menos doloroso), o más jóvenes (más difícil de aceptar y sobrellevar, como ella recalcaba siempre por su propia experiencia). Como hermana de Txaro, fallecida con 32 años, como hija de Javier y Julia (que se fueron con 81 y 94 años, respectivamente), como nuera y como cuñada, amiga y/o compañera de otros que marcharon muy jóvenes, quiero enviarles un fuerte abrazo: por su pérdida y por la situación de la misma. La expresión morir solo como un perro que se oye por ahí ahora carece de sentido porque sus seres queridos no han estado solos, porque no les han abandonado y sabían que les querían.Y es que me he dado cuenta de que es verdad que lo que hemos hecho sus últimos días nos importa, pero que lo fundamental es el cariño que les hemos dado toda su vida, lo que hemos compartido y vivido con ellos. Lo de ahora no ha dependido de nosotros, y aunque haga que suframos una doble pérdida (la del ser querido y la de la posibilidad de acompañarles en su recta final), la calma llegará y lo que quedará en cada corazón es la satisfacción y la gratitud por tanto cariño dado, por tanto amor recibido. Así pues, vayan mis aplausos, o mejor aún, un cariñoso abrazo a ti, que recientemente has tenido que dejar marchar a ese ser tan querido.