Es el título de un análisis elaborado en Alemania en 2012 y publicado bajo los auspicios de Lau Haizieetara Gogoan. Se trató de que por primera vez oficialmente se reconocía el protagonismo de la Escuadra Boelke de la Luftwaffe radicada en Langenhagen en la destrucción de la ciudad por excelencia sagrada de los vascos. En él se aportan documentos oficiales y opiniones de los altos mandos militares protagonistas de la hazaña, singularmente del Freiherr barón Wolfran von Richthofen, jefe supremo de aquella salvajada. El relato va expresado en el lenguaje militar aséptico propio de mentes programadas para destruir sin ninguna barrera moral que les limite. Aparecen multitud de imágenes que explican el horror de la masacre y los medios utilizados. Sorprende, sin embargo, que aparezcan algunas declaraciones sobre la actitud de altos militares de la Bundesrepublik opuestos a cualquier reconocimiento oficial de la autoría de la aviación nazi de la más impune y cruel masacre del siglo XX. En la documentación se explica la versión oficial de que el bombardeo era un ensayo de los posteriores de Varsovia y Coventry, pues en cada JU 52 uno de los tripulantes era un asesor que protagonizó el ensayo sobre Gernika. Sin embargo, aún falta mucho por descubrir, pues los aliados quisieron justificar tanta violencia por la perversión de los militares nazis y fascistas. La propaganda militar en tiempos de guerra es el arma más eficaz. Porque se silenciaron bombardeos de ciudades como Berlín, Leiptzig, Dresden, Hamburgo, Bremen, y una a una de ciudades y pueblos anónimos que quedaron arrasados por operaciones de represalia de la RAF, USAF. Habría que explicar la crueldad de Francia en Indochina y Argelia; la perversión planificada de la chusma militar de USA en Vietnam para achicharrar poblaciones civiles enteras con gas sarín y testimonios fotográficos aterradores como la masacre de My Lai. Aunque esas aventuras de militares descerebrados siempre acaban con los invasores huyendo ante el invencible heroísmo anónimo de sus pueblos.