Hace poco más de un mes que el coronavirus entró en nuestra casa, se coló, envolviéndonos en un huracán arrollador, de miedo, incertidumbre, angustia… En mitad de esta vorágine de sentimientos y desconocimiento, tuvimos que ingresar a mi padre y mi tío en el Complejo Hospitalario de Navarra. Desde el día que una ambulancia vino a recogerlos y marcharon juntos, no podemos sino sentir agradecimiento hacia todas las personas que los acompañaron y cuidaron. Las llamadas de la médica de urgencias para darnos a conocer su situación, las pruebas realizadas y posterior ingreso en la 3ª General del Hospital Virgen del Camino. Las atenciones que tuvisteis hacia ellos y nosotros; los tratamientos propuestos; la empatía demostrada en las diferentes llamadas telefónicas; vuestro acto de humanidad permitiendo una visita de despedida; el orden, tranquilidad y limpieza que reinaba en esa planta; el cariño y la paciencia con que nos explicasteis el protocolo necesario, los relatos de las anécdotas del día anterior… Ambos fueron agricultores, personas trabajadoras durante toda su vida, y mi padre reconocía contento vuestro trabajo y esfuerzo hacia ellos. Todo esto es consuelo en la etapa de duelo que comenzamos, porque finalmente en este caso no pudo ser y fallecieron aislados pero no solos. ¡Muchísimas gracias por todo! En estos momentos en que nos sentimos ninguneados, que somos estadísticas, cifras en un sistema que no nos protege…, todo el personal de nuestra sanidad pública tejéis con vuestras manos la red que no nos permitirá caer. Vuestra valentía es infinita y vuestro valor incalculable. Gracias de corazón.