stos días asistimos atónitas y atónitos a un grotesco espectáculo, cuyo escenario son las escuelas infantiles de titularidad pública de la Comunidad Autónoma de Navarra. La obra podría tener su gracia si los y las guionistas no hubieran elegido como títeres protagonistas de la misma, una vez más, a los niños y niñas de entre 0 y 3 años y a las y los profesionales que trabajamos con ellos/as. En este, el enésimo capítulo de una serie que ya dura demasiado, los y las más pequeños y pequeñas deberán enfrentarse a una "nueva realidad" que huele a anticuado. Una vez más. Tras haber visto pisoteados sus derechos en los capítulos más recientes, cuyas consecuencias todavía no hemos podido ni siquiera terminar de valorar, ahora nos presentan esta nueva entrega de terror que supera todas las expectativas de ficción. Cabe recordar que, durante buena parte de la temporada anterior, los y las profesionales del sector, basados en investigaciones y recomendaciones europeas fundadas, ya veníamos alertando del problema que suponían las ratios elevadas con que se veían obligados y obligadas a afrontar el día a día en las aulas. Por activa y por pasiva habíamos declarado, en numerosas ocasiones, del peligro que supone en educación, amontonar a niños y niñas en las aulas, con pocos y pocas profesionales acompañando sus procesos vitales de crecimiento, y solo buscando rendimiento económico. Habíamos denunciado con insistencia que, con este número de criaturas por educadora o educador, resulta imposible llevar a cabo una educación holística saludable, atendiendo a la definición que la OMS ofrece del término salud: "un estado completo de bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades". Ha tenido que llegar una pandemia mundial para que las escuelas se vaciaran y nos echáramos las manos a la cabeza al ver el peligro que suponían grupos tan numerosos de criaturas en un mismo espacio. Ha sido entonces, en el capítulo más dramático vivido hasta el momento, cuando los y las guionistas de esta terrible historia decidieron confinar a los niños y niñas en sus casas. Se señaló a los y las más pequeñas y pequeños como uno de los peores y más peligrosos focos de contagio. Se les declaró "culpables" y se les aplicó la más dura de las condenas: 60 días de aislamiento total, sin derecho a sus horas de patio al sol y al aire libre. Incluso nuestras mascotas (que sin duda deben ser bien tratadas) gozaron de mayores derechos y libertades que nuestros hijos e hijas. Tal vez debiéramos reflexionar y pensar sobre este asunto, y analizar seriamente las posibles consecuencias, algunas evidenciadas ya y otras por desvelar. En este nuevo capítulo del que estamos siendo testigos, asistimos a una progresiva mejora en los datos de la pandemia (pero de nuevo, de manera sesgada de forma reductivista, sin considerar otras circunstancias y secuelas) y a la construcción de esa llamada "nueva normalidad". Lejos de hacer una reflexión previa sobre los errores cometidos en capítulos anteriores, los y las guionistas de esta terrible historia, vuelven a cimentar esta nueva construcción utilizando viejos materiales y técnicas. Teníamos la oportunidad de pensar juntos, de construir corresponsabilidades y pactos de convivencia y de actuación en estas nuevas circunstancias por parte de la comunidad educativa. De todos y todas. Sin duda. Pero no, el Departamento de Educación de forma unilateral ha decidido imponer viejos y rancios esquemas:

? Mantenimiento de ratios excesivas.

? Exigencia extrema de medidas de protección a profesionales, niños y niñas sin tener en cuenta lo que significa relacionarse y vincularse con una experiencia vital de cuidado con estas criaturas.

? Aceleración de ritmos individuales para adaptarse los ajenos.

Si queremos ser fieles a la verdad, hemos de confesar que sí que hay algunos ingredientes nuevos:

? El uso de mascarillas por parte de las personas adultas, que no hacen sino dificultar la comunicación.

? La recomendación de mantener la distancia social.

Por desgracia, no se trata de una broma pesada. ¡Ojalá! Esto debe de ser la "nueva a-normalidad" de la que tanto nos hablan€ Además, hemos de añadir la prisa con que hemos de adecuarnos a ella: tras tres meses y medio de aulas vacías, en dos días volverán a estar masificadas. Por decreto. Con amenaza explícita de perder la escasa subvención del Gobierno de Navarra. ¿Qué hemos aprendido tras una lección tan dura como la que hemos vivido, y cómo podríamos repensar la escuela para ser más amable con todos y todas? ¿Cómo creemos que esta nueva a-normalidad, que estamos construyendo, tiene visos de soportar los embates de futuras crisis? Tenemos una nueva oportunidad. Todavía estamos a tiempo de rectificar, si los y las ahora irresponsables del Departamento de Educación se hacen responsables, solidarios y garantes públicos de los derechos de la infancia, una vez más usurpados. ¡Seamos serios y serias, por una vez, en esta historia! ¡Cambiemos el guión ahora que todavía estamos a tiempo! Firman esta carta: Edurne Lekunberri Urmeneta, Zuriñe Miren Pérez González, Edurne Iñiguez Martínez, Garikoitz Torregrosa Armendáriz, Edorta Cuesta Santos, Mercedes Álvarez Guallar, Idoia Erro Moreno, Inmaculada Ajona San José, Estefanía Valencia Eguaras, María Ángeles Beaumont Casales, Asunción Sola Sirón y Jaime Izal ElorzDirectores/as y psicóloga de las Escuelas Infantiles Municipales de Pamplona