Lo más riguroso no siempre es lo más eficaz, y si además es absurdo, puede acabar con la mucha paciencia que la gente está demostrando desde hace meses. No tiene sentido imponer el uso de mascarillas en las piscinas cuando se está en la toalla a metros de distancia de otra persona, ya sea a la sombra, de pie o leyendo; lo mismo que es retorcido multar a quien camina con la mascarilla quitada por una calle vacía. Cargar toda la importancia en la mascarilla nos hace descuidar otras precauciones elementales: la higiene de manos, la manera de toser, la desinfección, y, sobre todo, la distancia. El Ayuntamiento de Pamplona se toma la molestia de advertirnos de que van a multarnos o expulsarnos si no cumplimos sus nuevas normas. Y es un detalle, porque no nos avisaron cuando cerraron las instalaciones ni cuando las reabrieron, sino que hubo que enterarse por la prensa. Después crearon un sistema de turnos y reservas que no se aplicó en ningún momento porque era inviable. Y ahora siguen teniendo ideas.Nos advierten que nos multarán si cometemos el delito de leer a la sombra o estar de pie en la toalla sin mascarilla aunque sea a kilómetros de otras personas. Hay que estar al sol y tumbarse. Ocurrencia sin sentido que no avala ningún experto, y se suma al incordio de normas cambiantes y recomendaciones contradictorias que estamos aguantando. Podemos beber, fumar y comer sin mascarilla, podemos amontonarnos y toser en el vaso de la piscina, y hacer colas a la entrada de Aranzadi sin guardar el metro y medio que recomiendan, pero para estar a solas en tu toalla te la tienes que poner salvo que estés tumbado y al sol. ¿Si pasa una nube o te alcanza la sombra te la pones? Así de ridículo. Tanto que en vez de aclarar las cosas las confunden, y dejan en manos de vigilantes la ingrata tarea de discernir lo legal de lo razonable, lo que se presta a criterios diferentes según unos u otros. Lo estamos viendo. No hacía falta confundir las cosas hasta estos extremos. Bastaría establecer el uso de mascarilla en desplazamientos dentro de las instalaciones y ser rigurosos con la distancia entre toallas y personas. Incluso si disfrutar de la piscina es un lujo que puede acabarse mañana mismo, necesitamos criterios lógicos que nos responsabilicen en la prevención de contagios. Las arbitrariedades y sinsentidos no ayudan para nada a concienciarnos y colaborar, sino a desconfiar de quien las propone