ste país, tan diverso e inquieto como dividido, hizo un paso de la dictadura franquista a la democracia en lo que se llamó de forma interesada como la Transición ejemplar y modélica. Hoy en día, después de luchar contra el falso relato que se creó, lo que estamos viendo es el padecimiento social del olvido, en expresiones como son la corrupción de las altas esferas de poder, la manipulación mediática y la acaparación del protagonismo de las clases que mantuvieron sus privilegios. La memoria social se formó sobre un deseo de olvido de la clase dominante durante la dictadura para evitar que hubiese un revisionismo que los culpabilizara de sus atrocidades; y desde el olvido proveniente del miedo de la clase dominada, miedo a un resurgimiento de la violencia de estado, de la represión y de los fusilamientos por tener ideas diferentes. En palabras del doctor en Historia, Francisco Sevillano, de la Universidad de Alicante: "Si la memoria social precisa el olvido del pasado reciente en aras a la convivencia (..) El problema es cuando el discurso del olvido permanece y supone la desmemoria del pasado reciente para las nuevas generaciones". El "discurso del olvido" no solo permanece para lo sociopolítico, sino por desgracia lo padecemos en lo cultural-artístico-intelectual, parece que olvidar es lo natural en este país.

¡Qué pronto se olvida a nuestros/as artistas, con qué facilidad se les posterga al cajón cerrado! Personas que han dado lo mejor de ellas, que nos han ofrecido sus reflexiones, sus creaciones, toda una vida dedicada a su obra. Obra que gentilmente la han ido compartiendo con los demás, artistas que tuvieron más o menos reconocimiento en vida, y que una vez desaparecidos, ya nadie se acuerda, no solo de ellos y ellas, sino de su vital creación.

Una sociedad que olvida a sus artistas es una sociedad pobre, inmadura y tremendamente injusta. Una sociedad que vende el cambio constante como un valor esencial despreciando la tradición, el oficio; que pretende vivir en una mentalidad juvenil donde lo viejo molesta, lo de antes es anticuado; y donde los procedimientos y creaciones de los mayores son tratados como desfasados y faltos de dinamismo. Este tipo de sociedad que se ha creado no quiere reconocer que todo avance es una continuidad de lo que se tiene, que no hay ruptura con nada, sino saber enfocar desde otra mirada lo que se está haciendo. Y para ello, para aprender a romper tenemos primero que saber y aprender como rompieron nuestros mayores. Pretendemos ser originales, pero no se quiere ser consciente que ser original es volver al origen, en palabras de Gaudí: "Originalidad es volver al origen, de modo que original lo es aquel que, con los nuevos medios, vuelve a la simplicidad de las primeras soluciones". Si no somos así originales, nuestra interpretación es pura banalidad y estética de obsolescencia programada.

Si queremos profundidad, esencia, calidad y belleza en el arte, tenemos que volver continuamente a nuestros orígenes (ser originales) para reinterpretar nuestra realidad y tener siempre presentes a los/as artistas que nos precedieron con sus creaciones para que nos ayuden a avanzar. Están falleciendo muchos/as artistas en nuestra tierra y nadie se acuerda de ellos/as. Tan solo en mi entorno más cercano en pocos años han fallecido: Arturo Navaz, Koldo Agarraberes, Merche Goñi, Jabier Villarreal, y son muy mayores Patxi Buldain y José Urdin. ¡Y los/as que me dejo en el resto de Navarra! Con todo lo que han creado esta gente, ¿ninguna institución les va a hacer un reconocimiento? Sus obras apiladas y amontonadas en bajeras y pisos, tapadas con sábanas blancas cual fantasmas del pasado.

Hubo un tiempo en que sí se reconocía al que fallecía, y había al menos una muestra catalogada de su obra con edición incluida. Deberían ser instituciones públicas como el Museo de Navarra o el Centro de Arte Contemporáneo los que, poco a poco, a través de antológicas y revisiones críticas de sus obras, los que tendrían que mostrarnos a todos la riqueza artística y cultural de los/as que nos van dejando. Esto debería servir para todas las modalidades creativas: la Biblioteca de Navarra debería hacer lo mismo con poetas y escritores; el Conservatorio Superior de Música con los músicos, cantantes; el Baluarte y Gayarre con la gente del teatro y la danza; la Filmoteca con cineastas; el Archivo General con historiadores; las universidades con arquitectos, profesores€

Nos merecemos que se muestre tan ingente cantidad de sabiduría, se lo debemos a las jóvenes generaciones, y es de justicia para con toda la intelectualidad que nos ha dejado.