Te ocultas tras esa mascarilla, que se lleva un tercio de tu cara pero dos tercios de tu alma. No sé si estás a punto de reír, de bostezar o de llorar. Y sí, -te preguntarás y te respondo-; sí me importa. Sí (definitivamente), me importa. Me importas. Me importas y me interesas mucho. Me interesa saber (y, si no lo sé, me interesará descubrir) cada mañana que estás bien cuando te lo pregunto. Más allá de que tu respuesta sea un "mal", o un "muyyyyy mal... ¡Hoy, fatal!".Buscaré, siempre, tras esa mascarilla escondealmas, tu auténtica verdad; tu respuesta verdadera, tu disposición ante el largo día y el serio trabajo que te espera: labor de día, labor de tarde, y labor, seguro, de muchas noches. Y esa chispa de alegría que transmites, que pienso que era más fácil de ver antes de que ocurriera todo esto, pero que sé que está ahí, todavía: definiéndote. ¿Sabes? Sigues en el instituto, sigues haciéndote mayor, atravesando con extrema cautela el umbral siempre difícil de ese curso tan especial que es segundo de Bachillerato. Qué contenta estoy de poder veros. Qué agradable poder vernos, aunque sea algo de lejos. Cruzo dedos. Que siga así. Que podamos. La juventud es poderosa... No lo olvides. No permitas, tampoco, que lo olvide yo, aturullada como estoy por tantas novedades online, y preocupaciones que parecen llenar mi vida de profesora, por encima de ti. Te lo aseguro: no es cierto, es un nuevo espejismo, pero no podrá conmigo si tú me ayudas. ¡Ánimo! que "arriba es llano". Gracias por ayudarnos, siempre, a seguir adelante con esto que es, ahora, la vida.