El policía Dereck Chauvin ha sido condenado a 22 años en el ejercicio de su profesión, asfixiando con sadismo, alevosía y publicidad a un peligroso delincuente: un negro al que había inmovilizado utilizando técnicas policiales científicas: presionándole en el cuello con la rodilla impidiéndole la respiración. Durante diez minutos, además, esposado. Ante la indiferencia de sus compañeros de escuadra, mientras gozaban del espectáculo. Estaba defendiendo a la sociedad. Durante el juicio se mostró impertérrito, como mostrando su satisfacción por el deber cumplido, limitándose a responder las preguntas de su abogado defensor. Al finalizar el juicio exhibe el cinismo de pedir perdón a su familia y la fiscalía, que inicialmente pedía 30 años acusación, se los rebaja a 22 , un sarcasmo, pues el juez lo acepta simplemente mediante un formalismo intrascendente: es que se trataba de ajusticiar a un delincuente negro y un policía era acusado de extralimitarse ejerciendo sus funciones de celoso defensor de una sociedad de blancos, inculta, fanática y conservadora que tiene como fundamento ideológico el odio a la raza negra. Es un episodio más de la actitud de una nación enferma que va precipitándose cada vez más hacia el caos en la que los de esa raza negra van tomando conciencia de sus derechos y los están exigiendo, aunque las autoridades se limiten a darle carácter de problema sin solución que tiene su origen en la Constitución que proclama los derechos humanos, pero que en realidad es una ficción que encubre la superioridad de una raza superior sobre la que se perpetúa la esclavitud. Lamentablemente para el stablishment, allí estaba el curioso con su móvil que tomó la secuencia completa del heroico Chavin y que puso en las redes sociales difundiéndose inmediatamente por todo el mundo, impidiendo a los jueces considerarlo una simple falta por medio de argucias judiciales, pero que realmente quedará en libertad dentro de 15 años. En este arte los jueces españoles son maestros.