Os digo yo que el abuelo está p'allá y no me hacéis caso. Ahora le ha dado por "adiestrar" al perro, no te lo pierdas. Después de cerca de dos años que no le ha hecho ni puto caso, hace un mes le compra una especie de manta para llevarlo en el maletero, sujeto con un mosquetón al cinturón de seguridad, y lo sube a la peluquería y al veterinario, que se lo han dejado como para estrenar. Y desde entonces no para y se lo lleva a esas excursiones que se pega andando por el monte tres, cuatro y hasta seis horas, que no sé cual de los dos termina peor. Y la última, lo que os decía, se ha bajado de Internet un curso de adiestramiento y dice que le enseña cosas, no sé. El otro día vino con la mano hecha polvo, hinchada y que le dolía (el abuelo). Que le había enseñado a andar a su lado y despacio, y debió de tirar tanto de la correa que se destrozó la mano. Es como cuando le construyó la caseta en el patio y, cuando llovía, le gritaba "¡Métete en la caseta, joder!. No te digo que este perro no está bien de la cabeza. Es inutil, va a hacer lo que quiera, como todos. En realidad me da igual. Si quiere mojarse, que se moje. Tú también (se volvió hacia mí), si quieres embadurnarte de barro, tu problema. Eso sí, luego no vengas a escurrirte a mi lado poniéndome perdido. Soluciónalo sin salpicarme ¿lo pillas?", terminó, como casi siempre, con un mensaje subliminal y "cariñoso". Pero espera, que dice que le compró unas galletas para darle de premio cuando le hiciera caso y, al ir a darle la primera, el perro se volvía para otro lado sin querer comerla. La bomba. Ya os seguiré contando porque esto va a traer cola.