ace hoy 85 años Fortunato Agirre, alcalde de Estella-Lizarra, fue brutalmente asesinado. La Historia cambió para siempre. Esta fecha debería ser recordada por todos/as por sus implicaciones, consecuencias y trascendencia.

De vez en cuando, la sociedad halla en algunas personas a quien por destino, esfuerzo o simple casualidad tienen en sus manos el futuro de generaciones enteras de seres humanos. A quienes en este hito mundial actúan con humanidad, bondad y nobleza el pueblo judío suele titular justo entre los justos, ya que con sus acciones no solamente salvan las vidas de sus conciudadanos, sino también de los descendientes de estos que nacerán en un futuro. Fortunato Agirre fue una de estas personas.

Compartía con su generación ese impulso nato por el esfuerzo y el orgullo por el trabajo bien hecho. Su vida fue buen ejemplo de ello. Estudiante en los Capuchinos de Estella-Lizarra primero, en los de Altsasu después. Trabajador de un comercio en Iruña y finalmente dueño de un taller mecánico en nuestra ciudad. Este ímpetu por progresar y mejorar las cosas le hizo entrar en política.

Sus virtudes personales únicas le hicieron alcalde. Hombre dialogante y bueno, fue elegido alcalde por unanimidad siendo miembro de EAJ-PNV. Tanto concejales de izquierda como de derecha votaron por él. ¿Quién sería capaz de lograr esto hoy? Su trabajo demostró que no se habían equivocado. Combatió el paro obrero, construyó carreteras, el túnel y puente que posteriormente llevaría su nombre, mejoró el alcantarillado y la pavimentación, fue uno de los fundadores de la primera ikastola de Lizarra y trazó el ensanche de la ciudad. Durante su etapa como alcalde la ciudad progresó económica, social y culturalmente.

No obstante, su ejemplo no fue norma. Frente al diálogo entre diferentes que siempre ejerció, otros sembraron intolerancia, el odio enraizó en la sociedad y la barbarie germinó finalmente.

Todos podemos sentir la frustración que Agirre sintió al predicar en el desierto. En numerosas ocasiones avisó al Gobierno republicano de las reuniones de Mola con los requetés en Irache, otras tantas informó de los conciliábulos en que los generales fascistas preparaban el golpe de estado, muchas más llamó revelando el arsenal que los golpistas ocultaban en Iranzu. Su voz fue ignorada.

¿Cuántas vidas se hubieran salvado de haberle escuchado? ¿Cuánto sufrimiento se hubiera evitado de haber seguido sus consejos? Por desgracia, ni se le escuchó, ni se le siguió.

En vísperas del golpe de Estado Estella-Lizarra era un hervidero. Grupos de fascistas armaban bulla calentando el ambiente. Fortunato Aguirre, Clemente Ros y Federico Leza, jefe y policía municipal respectivamente estos dos últimos, cumplieron con su deber y atendieron a sus principios. Detuvieron a los fascistas y pusieron todo en conocimiento del Gobierno Civil. Desgraciadamente, a los tres esto les costó la vida.

En un país en el que hace falta poco para que nos situemos a un lado u otro de la trinchera ideológica, la política no puede ejercerse con trazo grueso soflamando maximalismos, arengando a la masa acrítica de seguidores propios.

En un tiempo en el que nuevos fosos enrocan las posiciones partidarias ejemplos como el que proyecta Fortunato Agirre deben ser los que guíen nuestra actividad. Esfuerzo, trabajo duro, humanidad, nobleza, pero, sobre todo, diálogo, diálogo y diálogo.

Principios que Agirre siguió en su vida, principios que de haber sido la norma, no la excepción que la confirma, hubieran evitado el odio, principios que refuerzan la democracia. Principios que, desgraciadamente, no se siguieron, no se siguen, y sin duda alguna se seguirán. Porque no hay espacio a la elección, la alternativa es de nuevo el abismo.

Imaginemos por un momento que las advertencias de Agirre hubieran sido atendidas. Los generales golpistas hubieran sido detenidos, el golpe tal vez no hubiera triunfado, y nos hubiera evitado tres años de cruel guerra civil, casi cuarenta años de oscura dictadura y miles de personas asesinadas. Él cumplió con su parte pagando el precio más alto. ¿No merece un mayor reconocimiento público?

Desgraciadamente, hoy no todos los grupos políticos nos acordaremos de Fortunato Agirre. Pasan los años, pasan las legislaturas y seguimos igual. Cada cual en su lado de la trinchera. Cada cual honra a sus muertos y olvida a los del vecino. Faltan valentía política y humanismo. Sobra orgullo.

Fortunato Agirre hubiera apostado por el diálogo, en su vida lo demostró. Pero es que Fortunato fue valiente, fue leal a estos principios humanos con todas las consecuencias. Pero es que Fortunato Agirre era un hombre justo. Fue justo entre los justos.

El autor es concejal de Geroa Bai en el Ayuntamiento de Estella-Lizarra y miembro de EAJ-PNV Lizarra