Un año más, otro, esperando.

Busco algodones que jueguen a ser un jardín mientras Silvio me recuerda que necesito un perro, un bastón, una mano y una fe.

Un año más me abrigo con la capa de un viejo, de todos los viejos que se van marchando tras asistir con tristeza a la mansedumbre de aquellos por quienes lucharon en tres colores, y que lejos de chorrear esa luz de infinito exudan resignación, tocan el frío con suave silencio y olvidan.

Y una, que ya peina canas, querría que a los trenes les salieran flores. Flores rojas, amarillas y violetas, y que la gente que espera en la estación se diera la vuelta al llegar el moderno y veloz Borbón, ladino y silencioso, y estallara en júbilo abriendo los brazos cuando anunciaran la llegada ruidosa, franca y preñada de esperanza del expreso republicano.

Mientras tanto, en el andén, como aquella Penélope empecinada... sigo esperando abril.

Por los que ya no están.

Por los que quedamos.

Por los jóvenes que han tenido el valor de preguntar, de escuchar y de convertirse con ello en memoria que vive, interpela y espera.

Alcemos las copas.

¡Salud y República!